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miércoles, 23 de julio de 2025

Manual para sobrevivir al visto (sin perder la dignidad ni el WiFi)

Última actualización: justo después de que me dejaran en visto por quinta vez esta semana.

Estado emocional: Estable, pero con tendencia a dramatizar.

Nivel de batería: 17%. Como mi fe en la humanidad.

Manual en mano, dignidad encendida y WiFi intermitente... pero seguimos vivos.

Dicen que el universo está lleno de misterios: agujeros negros, dimensiones paralelas y mujeres que te dejan en "visto" sin culpa alguna. El “visto” es un fenómeno moderno con tintes paranormales, un regalo cruel de la tecnología que nos da marquitas azules para recordarnos que la conexión humana no siempre sigue el ritmo del WiFi.

Ocurre rápido, te deja en sombra, y nadie te explica por qué. Tú escribes algo con cariño, con chispa, con intención. Ellas lo leen. Y luego… silencio. Ni un emoji. Ni un “jajaja”. Ni siquiera un “ok”. Solo esas dos marquitas azules que brillan como ojos de gato en la oscuridad. Y tú ahí, como un náufrago digital, esperando respuesta en una isla llamada “esperanza”.

Pero no todos los vistos son iguales. Para sobrevivirlos, primero hay que conocer sus formas. Uno, que ya ha desarrollado cierta sensibilidad para detectar microdesprecios, empieza a reconocer patrones. Hay tipos de visto. Estilos. Escuelas. Técnicas refinadas de ignorar con clase. Aquí los más comunes:

1. Visto glacial: Leído a las 10:03 a. m., ignorado hasta el fin de los tiempos. Como aquella vez que le escribí a Ana un poema improvisado, vi las marquitas azules, y aún estoy esperando su respuesta… desde 2023.

Efecto: congelamiento emocional, dudas existenciales y revisión compulsiva de ortografía.

2. Visto explosivo: Leído, ignorado… y tres días después ella te manda un sticker de un gato bailando.

Efecto: confusión, risa nerviosa y la tentación de googlear “¿cómo interpretar un sticker de gato bailando?”

3. Visto zen: Leído, ignorado, pero ella te manda un meme en otra conversación.

Efecto: iluminación súbita sobre tu lugar en la jerarquía afectiva.

4. Visto búmeran: Leído, ignorado… pero días después ella responde como si nada, retomando la conversación sin mencionar el abandono.

Efecto: confusión existencial. ¿Finges que no esperaste? ¿Respondes con naturalidad o con sarcasmo?

5. Visto espejo: Leído, ignorado… y luego ella publica una frase en su estado tipo: “A veces el silencio dice más que mil palabras.

Efecto: indignación y autoanálisis. ¿Es indirecta? ¿Es poesía? ¿Es sadismo?

6. Visto con presencia: Leído, ignorado… y ella sigue en línea, chateando con otros (en realidad, tu piensas en singular), mientras tu mensaje flota en el limbo digital.

Efecto: sensación de ser ignorado en tiempo real, con conexión estable y elegancia pasiva.

7. Visto holograma: Leído, ignorado... y días después ella responde como si hubieran estado conversando por telepatía todo este tiempo.

Efecto: choque temporal, dudas metafísicas y necesidad de consultar con tu terapeuta.

Después de este desfile de indiferencias creativas, es imposible salir ileso. Pero no todo está perdido. Existen formas de resistir sin perder la elegancia (ni los datos móviles). He probado varias. Algunas funcionan. Aquí las más efectivas:

1. Date un respiro:
 
Aceptar que, para ella, tu mensaje no fue prioridad. Preguntarte si ella merece espacio en tu mundo.

Efecto: claridad mental.

Advertencia: no hiperventilar frente a la pantalla.

2. No reenviar el mensaje: El silencio ya habló. Repetirlo solo debilita tu dignidad.

Efecto: preservas tu elegancia emocional.

Advertencia: resistir la tentación de escribir “¿hola?” tres veces.

3. Evitar el “¿me leíste?”: Ella lo leyó. Tú lo sabes.

Efecto: orgullo intacto.

Advertencia: la urgencia pasará. Como todo.

4. Componer una balada épica: Escribir una canción sobre el visto y cantarla en la ducha hasta recuperar la autoestima.

Efecto: liberación emocional.

Advertencia: no uses Autotune. Al menos no todavía.

5. Moverte: Bailar un merengue, lavar los platos, hacer origami. Escribir en tu blog (¡Hola!)... O simplemente salir a respirar aire de verdad.

Efecto: distracción saludable.

Advertencia: no bailes frente al celular esperando que ella responda. Eso ya lo hiciste.

6. Reformular el silencio: Ella tiene el alma en modo avión, aunque el WiFi funcione. No recibe ni envía afecto, atención o palabras… al menos de ti. Señal emocional: fuera de cobertura.

Efecto: cambio de perspectiva.

Advertencia: no creerse demasiado el propio discurso, aunque funcione.

7. Practicar el visto inverso: Leído, ignorado… ahora por ti. No por venganza, sino por equilibrio cósmico.

Efecto: poder momentáneo, leve culpa, paz interior.

Advertencia: usar solo con reincidentes.

Con estas herramientas en mano, el “visto” deja de ser un abismo y se convierte en un desafío superable. Respira. Porque al final, no deberías hacer tanto drama. Si ella no responde, puede que simplemente no quiera. Tal vez no eres para ella lo que crees que eres, o lo que quisieras ser. O quizás sí lo eres, pero justo en ese momento estaba ocupada, se distrajo, o se le cruzó una mosca existencial.

En cualquier caso, no puedes hacer nada. Y eso, aunque duela, también es liberador.

Mejor dedícate a quien sí quiera hablar contigo en el momento. O lee un libro. O duerme. O escribe en tu blog (¡ejem!). A la larga, si ella quiere, te escribirá. Y si no… te evitarás mucho sufrimiento innecesario.

El “visto” no te borra, te redirecciona.

Alrededor de esta fogata digital, por ejemplo, seguimos contando historias, incluso cuando el “visto” intenta apagar las brasas. Yo, para consolarme, a veces imagino que existe un servidor celestial donde se almacenan los mensajes ignorados. Un espacio digital, medio místico, donde los “hola” sin respuesta flotan como cometas, y los “¿cómo estás?” orbitan sin destino.

En ese servidor celestial, en ese mismo lugar donde se acumulan las palabras que nadie escuchó (véase mi otra entrada: Manual para no ser escuchado), estoy seguro de que también hay un rincón reservado para los textos leídos y abandonados. 

Y aunque nadie los recoja, aunque nadie los responda, yo sigo escribiendo. Porque si existe ese lugar, entonces cada palabra que lanzo al vacío no desaparece: flota como una linterna encendida en una noche sin respuestas. Y eso basta.

Hablar, incluso sin eco, sigue siendo mi forma de habitar el mundo.

Y si alguna vez llega una respuesta, yo tendré intactas mis ganas, mi presencia, mi humanidad… para quien quiera compartirla en un mensajito.

Y si no…

que al menos me manden un ponquecito... Sin pasas.

Ya saben por qué (Si no, vean mi otra entrada).

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