En una posición poco natural aquella pequeña figura yacía inmóvil, respirando con dificultad de forma sibilante y encajonada con lentitud y arritmia.
Yacía inmóvil pero alerta.
Claramente a pesar de la oscuridad, el demoníaco rostro de aquella bestia prisionera se fruncía en un rictus de desprecio y odio. Sus ojos de animal, muy abiertos, se perdían en el vacío buscando, o esperando, algo que ansiaba con desesperación.
Se había servido del hombre desde el principio de los tiempos, había levantado y destruido reinos enteros, había pervertido sin medida a la humanidad para su placer… y sentía que en ese instante, en esa habitación, su destino le alcanzaría.
Escuchó el ruido de un vehículo en el exterior y una sonrisa perversa dejó entrever la dentadura manchada por el vómito y la mugre. El tiempo de la expiación había llegado… Su enemigo estaba allí.
Plenando con aire pestilente los pulmones de aquella carcasa mortal que le albergaba, el reto a la batalla surgió desde las mismas entrañas del infierno…
— ¡Meeerrriiinnnnn¡.
Delatando así su presencia al anciano enemigo que, una vez más, trataría de arrebatarle aquella hija de la luz que poseía. Esta vez él, el poderoso Pazuzu, triunfaría.
NOTA: Una de las escenas mas recordadas en la historia del cine de terror, es la llegada del padre Merrin a la casa donde realizaría el famoso exorcismo en la película del mismo nombre por allá por el año 1973. Esta escena se ha convertido en todo un clásico y a muchos aun nos causa cierta intranquilidad al verla o recordarla.
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