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sábado, 28 de octubre de 2023

La silueta en la Oscuridad

silueta de slenderman mirando a la luna llena al lado de un arbol
Aún recuerdo claramente la primera vez que lo vi. La verdad, no sé qué fue lo que me llevó a fijar mi atención en él. Es que no era fácil detectar la oscura silueta que se levantaba inmóvil en lo alto de aquella pequeña colina. 

Recortada contra la brillante luna llena de aquella noche de octubre, la alargada silueta parecía más una de aquellas sombras de la noche a las que nuestro cerebro tiende a otorgar rasgos de humanidad.

Casi tan alta como el joven y desgarbado abedul a su lado, se podían diferenciar claramente dos troncos y dos largas ramas que bien podrían haber sido piernas y brazos si no fuera porque los unos parecía llegar casi hasta el suelo y las otras eran bastante más largas que el resto del cuerpo. 

Recuerdo que me causó gracia comparar aquella figura con el pequeño juguete de goma que le robé a aquel niño bobo y con el que me divertía estirándolo hasta romperlo. Solo que las piernas del juguete no lograron estirarse tanto como los de aquella figura y su cabeza… ¡Por Dios!.. Qué extraña era la forma de su cabeza. Era una especie de caramelo ovalado que, por efecto de las sombras imagino, parecía tener aún el empaque a medio abrir, a modo de sombrero.

No lo pude evitar. No sé por qué lo hice, pero coloqué en el suelo la caja que llevaba en mis manos y con la que me pensaba divertir aquella noche en el bosque. Con un puntapié acallé los maullidos que salían de la caja y colocando mis manos a manera de bocina, le grité a aquella sombra:

–¡Eh! Cosa Horrenda. ¿Estás aburrido en tu porquería de colina?... baja aquí y diviértete conmigo.

Sentí como la sangre se congeló en mis venas, les juro que aquella sombra en la colina se movió y giró su cabeza hacia mí como si me mirara. Durante unos minutos, o tal vez horas no lo sé, me quedé allí parado mirando hacia la colina, esperando alguna señal de vida en aquella sombra que, extrañamente, permanecía allí inmóvil. Exactamente igual a pesar del avance de la noche.

¡Bah! Debo dejar el tabaco – Dije para mí, respirando profundo, tratando de influir de alguna manera en mi ánimo.

Me agaché a recoger la caja y, al levantar nuevamente la mirada, pude sentir como el corazón trataba de salir por mi boca. En la Colina solo estaba la sombra inconfundible de aquel abedul… ¡LA PUTA FIGURA ALARGADA YA NO ESTABA!

Niño asustado en un bosque con una caja en sus manos
Sé que parece estúpido, pero el miedo se apoderó de mí de una manera que jamás había pensado. Casi a punto de estallar miraba desesperado en todas direcciones tratando de identificar cualquier amenaza. No había nada.

Súbitamente, un ruido a mi espalda me paralizó. Claramente sentí como algo se movía, pero el pánico me impedía moverme. Trataba de ordenar a mi cuerpo que moviera las piernas, que se girara, que soltara la caja y corriera… cualquier cosa que rompiera aquella inmovilidad. Pero algo me detenía, me paralizaba colocándome a merced de lo que fuera que estuviera allí acechándome. 

Ese algo atrás de mí, tomándose su tiempo, se acercó hasta quedar completamente a mi espalda. Lo sentía allí, como una gigantesca presencia a la cual no podía ver por más que giré mis ojos hasta casi dar la vuelta hacia el interior de sus cuencas. Mi mente gritaba, pero mis labios no se movían, daba órdenes de huida a mis músculos pero mis nervios no las transmitían. Sea lo que fuera, me dominaba… era suyo.

De pronto, aquella sensación de realidad se hizo física. Algo me rozó la espalda y se deslizó pesadamente sobre mi hombro derecho. En ese momento pude verlo. Una pesada forma serpentina se movió por mi hombro bajando hacia mi cuello en un intento de terrorífico abrazo pesado y viscoso… Y eso fue todo. Mi sistema interior sufrió una descarga de adrenalina que, de alguna manera, venció aquella parálisis que me sometía y todo mi cuerpo reaccionó al unísono en una desesperada acción de supervivencia. La caja y su contenido volaron por el aire… y Corrí. 

Corrí como nunca en la vida por aquel bosque oscuro y la carretera que llevaba a él. Corrí con el raciocinio consumido por el instinto de supervivencia. Corrí azuzado por un pánico más allá del miedo a la muerte. Corrí sin saber que no escaparía, que había cruzado las puertas del infierno y que ya no habría regreso.

Corrí hacia la nada porque, desde aquella noche, aquella silueta oscura ya no se separó de mí. 

Imagen realista de Slenderman mirando a través de una ventana
Durante meses, desperté sudoroso a media noche y la veía ahí fuera, en la ventana. Una cara pálida sin rostro bajo un sombrero ridículo, alto y chistoso. O al pie de cualquier árbol camino a la escuela, extendiendo hacia mí esos brazos alargados y sin manos, llamándome.

Me seguía aun yendo yo en mi bicicleta, dando grandes pasos con esas piernas como zancos. Sin importar cuán rápido fuera, siempre llegaba conmigo a cualquier lugar… Y solo me veía, con sus brazos extendidos.

Pasaron los años y, aun siendo un adulto, nunca pude separarme de mi acompañante. Me volví huraño y repudié la compañía de otros, quizá cansado de que se burlaran de mis miedos. Ahora, no tengo familia o amigos, ni nada que atestigüe mi vida… Solo me queda él.

Slenderman parado en la calle visto por la ventana desde el interior de una casaAún ahora está ahí afuera, puedo verlo a través de mi ventana, tal y como ha sido desde que era un niño. Pero ya estoy cansado, no huiré más. Esta noche, cuando la luna esté en su máximo esplendor, iré hacia él y aceptaré su abrazo. Ese abrazo que me ofreció una vez y que hoy pienso fue un error haber rechazado.

Iré con él esta noche, sé que no regresaré. Pero dejaré estas líneas para quien las encuentre. Dejaré mi historia para que el mundo sepa sobre la noche que invité a jugar a Slenderman.




palabras Clave: cuento terror slenderman creepypasta bosque sombras miedo halloween

lunes, 8 de febrero de 2021

Los Suicidios de Pueblo Lavanda I. Leyendas de la nueva era.

Cincuenta años después de la aparición de los primeros juegos de video y del inicio de la permanente lucha por la atención de los niños, son muchas las historias que circulan de boca en boca y que involucran diversos aspectos y actores que forman parte de este nuevo mundo tecnológico.

Todos recordamos de alguna manera a aquellos pequeños animalejos que se esconden en unas bolas para hacerlos portátiles hasta que se les llame para luchar entre si. Estos “Monstruos de bolsillo”, “Pocket Monsters” o “Pokemones” como todos los conocemos,  son muy famosos ahora por una serie de dibujos animados para la televisión y una que otra aventura en la pantalla grande muy popular entre niños y jóvenes.
 
Aunque la mayor parte de nosotros los recuerda por sus aventuras en la televisión, los aguerridos “Pokemones” saltaron a la fama por un juego de video bastante simple que salió a la venta en Japón a finales del siglo pasado. Diseñado especialmente para un tipo portátil de consola, los niños japoneses aceptaron y se aficionaron rápidamente a las aventuras de los mostritos no existiendo prácticamente ningún niño que no disfrutara del juego en alguna oportunidad.

El problema es que, según la leyenda popular, el sencillo juego no era tan inocente como aparentaba y, mientras los niños jugaban con él.. algo parecía pasar con sus frágiles mentes en desarrollo provocándoles graves y peligrosos cambios en su conducta.

Según se cuenta, los niños comenzaron a presentar extraños síntomas entre los que se encontraban dolores de cabeza, irritabilidad y hemorragias nasales. Dicen los que multiplican esta historia, que algunos de los niños afectados llegaron hasta provocarse graves heridas auto-infringidas. Los casos de niños afectados fueron multiplicándose y haciéndose cada vez más graves hasta que, tristemente, muchos niños llegaron a tomar la triste determinación de acabar con sus vidas movidos por una profunda depresión. Al menos, esto es lo que se cuenta.

De todas las historias que circulan en internet, existen pocas referencias precisas de cómo los niños decidieron acabar con sus vidas pero algunos hablan de ahorcamientos y otros de cosas terribles con cuchillos y maquinarias. Tampoco hay un acuerdo general sobre la cantidad de niños afectados. Algunos dicen que fueron cerca de doscientos niños, pero parece haber cierta tendencia a repetir la cifra de 104 pequeños fallecidos solo en el año 1996 por esta causa.

Lo que si comparten todas las versiones de la historia es que los niños fallecidos, sin excepción, habían estado jugando con sus consolas portátiles las primeras versiones del popular juego, conocidas como “roja” y “verde”. Según la creencia, los niños habían superado correctamente y sin inconvenientes todos los niveles iniciales del juego. Cuentan que todos los niños afectados se encontraban jugando, al momento de presentar los síntomas, el nivel conocido como “Pueblo Lavanda”. En el juego, este lugar se corresponde con un cementerio encantado muy de estilo japonés, con tumbas y fantasmas pokemones, en el que el protagonista debía realizar algunas actividades propias de la historia que representaba.
 
Según la creencia popular, al llegar a este nivel del juego, los niños afectados comenzaron a sufrir de todos esos extraños síntomas descritos hasta que la depresión sufrida les obligaba a auto-agredirse llevando a muchos a tomar, al final, la triste decisión de acabar con sus vidas.
 
Cuentan, sin mostrar evidencias claras, que las investigaciones realizadas demostraron que existía una estrecha relación entre los síntomas mostrados por los niños y la música con la cual los diseñadores del juego habían ambientado el misterioso nivel de Pueblo Lavanda.

Es tan elaborada la historia que, Inclusive, circula en internet una supuesta entrevista a un ex – empleado de la empresa diseñadora del juego en la que denunciaba su responsabilidad directa en la creación de la diabólica melodía. La supuesta entrevista deja entrever la responsabilidad culposa de los diseñadores y su interés comercial al introducirla en el juego a sabiendas de su efecto dañino en las inmaduras mentes infantiles. Se dice que el tema fue creado y modificado de tal manera que, oculto en las notas principales, colocaron acordes en una frecuencia solo audible por los niños. Estos acordes fueron los responsables de los trágicos efectos ya indicados.

Supuestamente, al descubrirse la relación entre el juego y las muertes de los niños, se propagó una violenta reacción en la opinión pública que obligó a la empresa a establecer correctivos para eliminar los efectos negativos. Según se cuenta, los diseñadores modificaron las escalas en la banda sonora eliminando las notas que causaban los mortales efectos en los niños. Una vez obtenida una versión limpia de La canción, el  fondo musical de pueblo lavanda fue remplazado en todas las nuevas ediciones del juego por lo que, hasta hoy no han llegado copias con la versión original de la música en pueblo lavanda.

En la PRÓXIMA ENTRADA hablaremos un poquito sobre las causas de la popularidad de esta historia y las verdades en las cuales podría tener su origen. Mientras tanto, si te atreves, puedes escuchar en youtube un fragmento de la cuestionada canción haciendo CLIC AQUI.


 
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Los Suicidios de Pueblo Lavanda II. Algo es real

La leyenda de Pueblo Lavanda es una historia creepypaste muy popular que se generó, y alimentó, en internet ya avanzado el siglo XXI. Sin que nos extrañe, no parece tener un fundamento histórico verificable por registros confiables pero parece estar fundamentada en dos aspectos que han contribuido a darle cierto aire de realismo ante la credibilidad popular:

En primer lugar a pocos se les hace extraña una historia de este tipo cuando inicialmente está ambientada en Japón, lugar de origen del juego original y donde la cultura del suicidio tiene un alcance bastante difícil de comprender en el mundo occidental. Es que, según parece por razones culturales, Japón tiene la tasa de suicidios más alta del mundo llegando a ser casi el doble de la media mundial. Estadísticas indican que, en ese país, la principal causa de muerte en jóvenes entre 15 y 39 años es el suicidio. En el año 1996, año en que supuestamente ocurrió el suceso, se reportó la friolera de 22.138 suicidios. Estos datos, reales y de acceso público, representan cerca de 18 suicidios por cada 100.000 habitantes. Y podemos atrevernos a asegurar que es muy poco probable que alguno de ellos fuera provocado por escuchar la música de pueblo Lavanda
.
El otros aspecto que alimentó la leyenda es el que probablemente sirvió de punto de partida a la misma y que, modificado por las transmisión boca a boca, le dio la mala fama al juego de video. Es que efectivamente las primeras emisiones de las aventuras pokemon por televisión tuvieron un desagradable percance que causó revuelo mundial y que aún hoy es comentada y estudiada en círculos técnicos y científicos.
 
Allá en 1996, cuando la serie de TV era un producto regional transmitido solo en Japón, se emitió uno de los primeros capítulos en que se representaba como siempre una lucha entre dos de los pequeños monstruitos de bolsillo.  En esta secuencia animada, los dibujantes echaron mano de una gran cantidad recursos gráficos muy llamativos usando una combinación de colores con brillos y matices bastante agresivos para ambientar la batalla.
 
La escena televisiva duró solo unos segundos pero, al verla, una gran cantidad de niños mostraron una serie de reacciones neurológicas que incluyeron dolores de cabeza, mareos y convulsiones. Se demostró en aquel entonces que las escenas transmitidas fueron el detonante de episodios epilépticos provocados por estímulos visuales. En esta ocasión, la relación entre las imágenes transmitidas y los ataques epilépticos fue demostrada y sustentada científicamente, se estudiaron más de 600 casos, y obligó a la empresa a suspender la transmisión del capítulo involucrado y a su modificación para posteriores transmisiones dentro y fuera de Japón.
 
Es muy probable que la historia, real y documentada, de estos ataques epilépticos haya evolucionado por el imaginario popular hasta convertirse en la leyenda de los suicidios de pueblo lavanda en una un país donde estos forman parte de sus más oscuras estadísticas. Una vez más, una pequeñísima parte de verdad en una gran leyenda.

La leyenda de pueblo lavanda, en el fondo, se diferencia poco de las brujas que robaban niños en la edad media o de “el coco” que aguarda en los armarios. Es la misma historia en diferente época. Todas ellas han nacido de aquellos temores que nos han acompañado por toda nuestra historia y que evolucionan y se adaptan a cada época que vivimos. Cada generación tiene una historia parecida y la transmite de boca en boca hasta que las nuevas generaciones la remplazan por una propia.

Particularmente, por aquí hay especial cariño por la demoniaca historia de unas criaturitas azules que poblaban los bosques ochenteros del siglo pasado y de las que no sé por qué razón les llamaron “pitufos”. Tal vez reservemos un lugar en el futuro para contar esa historia… pero eso, eso será en otro cuento de fogata.


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