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lunes, 21 de julio de 2025

El universo en su mejilla..

Hay una ternura que me atraviesa cuando ella está cerca. No tiene nombre, pero se revela en el impulso que me guía hacia su mejilla. Me gusta rozar su suavidad: un susurro silente que se desliza entre mis dedos como el aire tibio antes de la tormenta.

A veces, sin previo aviso, me descubro habitando la curva de su rostro, esa llanura serena donde el tiempo se desvanece. Me recuerda a un pétalo que tiembla al alba. Frágil, sí, pero cargado de promesas. O al tulipán que se abre sin temor a ser herido.

Su esencia es un jardín que florece al roce, una caricia que transforma la quietud en ritual, en idioma secreto. Cada contacto es un pacto invisible, un temblor que se aprende de memoria.

Mientras trazo en su piel la huella de lo que somos, me pregunto: ¿acaso la belleza más intensa habita en lo apenas tocado?

Y entonces, en un instante, su roce me eleva más allá del tiempo. No hay relojes, ni ruido, solo un latir que me disuelve. Me deslizo hacia el universo que es ella, donde los pulsos son constelaciones y los suspiros, cometas fugaces que iluminan mi tránsito.

Es un cosmos íntimo: diminuto, un secreto entre dos almas; pero a la vez infinito, un deseo que no cabe en palabras. Allí soy luz que no cansa, eco sin retorno, viajero sin mapa.

Y cuando regreso, nunca del todo, aún llevo su universo adherido a mi tacto, como el aroma que queda tras la tormenta, como la ternura que vuelve a rozar su mejilla.

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