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13 diciembre, 2022

Viejo, pero no Obsoleto.

 – ¡Demonios! – la expresión pronunciada con aquella a aguda voz metálica cortó el silencio como una navaja.

Con una parsimonia no coherente con el intento de vehemencia reflejada en su voz, la figura recogió el brazo mecánico que se acababa de desprender de su hombro y, con un rápido movimiento de enganche, volvió a colocarlo en su puesto ajustándolo hasta oír el clic del mecanismo de cierre.

Viejo, pero no obsoleto – dijo, mientras movía los dedos delante de sus sensores ópticos.

En realidad, el viejo androide no estaba muy claro de lo que significaban aquellas palabras. Solo recordaba las películas clásicas que sus antiguos dueños veían los domingos y le había parecido apropiado pronunciarlas en esta ocasión.

Con el pequeño adaptador incorporado en su dedo, siguió ajustando el tablero en el que había estado trabajando la última hora. Terminado el trabajo,  activó algunos brakers y cerró con un golpe la pesada y derruida tapa. Al momento, algo comenzó a cobrar vida allá abajo, en lo más profundo de la estructura. Algún tipo de máquina se activó y, de pronto, toda la estancia pareció iluminarse con una luz amarillenta y suave.

Filas y filas de estanterías repletas de latas, paquetes y bolsas en perfecto estado, el cableado perfectamente empalmado y las estanterías en su lugar evidenciaban que aquel bunker había sido reparado y acondicionado recientemente encontrándose en pleno funcionamiento.

Su primer trabajo, hace más de un siglo, había sido precisamente en aquel bunker que, encargado por humanos poderosos, nunca pudo utilizarse. El hombre quemó el mundo, y a casi toda la vida en él, antes de que alguien estrenara aquella fortaleza. Lástima, nadie había podido apreciar la belleza de un trabajo bien hecho y una programación cumplida al detalle.

Es que nada quedaba en aquel mundo en cenizas, infestado por una humanidad que, deforme física y mentalmente, trataba de aplazar el inevitable fin programado en su mismo ADN, irreversiblemente degradado y en cenizas como todo lo demás.

Una señal de alerta le advirtió de algo que pasaba en el exterior. No necesitó mirar el monitor de seguridad, sabía lo que era… Por fin habían llegado.

Satisfecho con las reparaciones realizadas, subió rápidamente y sin esfuerzo los tres tramos de escalera que le llevaron a la puerta exterior, asegurándose cada vez de que cada uno de los pesados portones de acero y concreto quedaran bien cerrados y ajustados tras de si.

Al lado de la última puerta le esperaba un bolso de colores que tomó antes de salir al aire maloliente del exterior. Mientras se aseguraba de que el bunker quedara herméticamente cerrado, escuchó claramente como la muchedumbre reunida afuera gritaba

Prometeo, Ladrón. Devuélvenos  lo nuestro.

Sin inmutarse, tomó nuevamente el bolso y se dirigió hacia la cerca que le separaba de la multitud. Destacándose del grupo, un hombre anciano se adelantó reclamando silencio y obligando a los demás a escucharlo.

SNAB182534, conocido como Prometeo S05, “El Viejo”. Rompiste la ley y has robado a tus dueños.  Has perdido el derecho de reprogramación, devuelve lo mío y preséntate para ser desensamblado.

Un murmullo de excitación recorrió el grupo al observar que el androide les daba la espalda y se arrodillaba para abrir el bolso. Con una extraña delicadeza, tomó un pequeño bulto envuelto en una hermosa tela bordada color azul. Con el bultito en brazos, se dirigió hacia el grupo que irrumpió en vítores y celebraciones al otro lado de la cerca.

Sin embargo, la celebración en los rostros demacrados y deformes se transformó en sorpresa al ver que en aquellos brazos robóticos, reluciente y brillante,  había uno de aquellos antiguos artilugios que los humanos habían usado un siglo atrás para destruirse.

Extrañamente, por instinto, la multitud trato de acercarse más al androide y su carga como quien busca aproximarse a lo que será su redención. La providencia parecía premiarles con sus más caros deseos, y la posibilidad verdadera de terminar su condena se encontraba allí en brazos de aquella estúpida maquina con piernas.

Sin el más minimo atisbo de duda y con la más absoluta precisión mecánica. Fue activando uno a uno los controles en el aparato. Antes de oprimir el último, levantó la cara hacia la multitud y con su desafinada voz mecánica les informó:

Viejo, pero no obsoleto –. y con un movimiento seguro, detonó el explosivo que arrasaría con los allí presentes y todo lo demás en cientos de kilómetros a la redonda.

Algunos días después, luego de que se asentara el polvo y se enfriara la tierra, el paisaje no había cambiado mucho mostrando La misma desolación y oscuridad que por décadas le había caracterizado.


En uno de los compartimientos de aquel bunker, en lo profundo de la tierra, otro androide manipulaba algo sobre una mesa. Juguetonamente, una pequeña forma humana tomaba un dedo de las tres manos de aquel viejo androide pediátrico que le cambiaba el pañal en el más tradicional estilo.

Era este el objeto robado a aquellos hombres y por el que Prometeo había decidido inmolarse para asegurar su supervivencia. Un bebé humano sin mácula genética, una niña perfecta, la primera después de un siglo de decadencia y destrucción. Una esperanza de futuro que sobreviviría en aquel bunker hasta que pudiera salir al exterior y sanar la humanidad. Todo gracias a un androide “viejo, pero no obsoleto” que decidió cumplir con su programación y reparar el mundo.




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