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03 junio, 2021

Legiones. Relato Corto

Impaciente, la niña observó por enésima vez el reloj en la pared. Le parecía terriblemente aburrido tener que esperar hasta la hora señalada pero había cometido la estupidez de convocar a esa hora y ya no podía retractarse o no llegarían todos. Para el futuro tendría que programarse mejor.

Miró por la ventana de la sala con la esperanza de observar un relámpago o un trueno que la sacara de su aburrimiento. Solo la impasible lechuza del gran árbol del patio montaba guardia a la entrada de su agujero.

Un movimiento sobre el alfeizar de la ventana llamó su atención. Aparentemente después de trepar desde el exterior, un pequeño insecto parecido a una cucaracha trataba de entrar a la casa por la ventana abierta. Tal vez era algún tipo de escarabajo,  pero no podría asegurarlo.

Lejos de asustarse por la presencia de aquel bicho, la niña pareció alegrase de encontrar algo para entretenerse. Puso su mano con la palma hacia arriba y lo empujo con un dedo hasta subirlo. Elevándolo hasta su rostro, le sopló con delicadeza el polvo del caparazón y le sonrió con cariño.

No entendía como las personas podían odiar tanto a criaturas tan hermosas y delicadas. Solo querían vivir sus vidas sin molestar a nadie.  Y lo hacían en los rincones de la casa más ocultos y alejados para que nadie se ofendiera o asustara de su presencia. Esta cosita en particular había decidido vivir afuera, en las bases de la casa, para que ni siquiera sus patitas dejaran un rastro que la delatase.

Cuidadosamente llevó el insecto hacia el interior de la casa. Alumbrándose con la linterna se dirigió hacia una pequeña mesa en una esquina de la habitación.

Perdón por la luz chicos, pero no puedo ver en la oscuridad y no quisiera pisarlos —dijo, mientras caminaba por la habitación casi en puntas de pies.

Es que a su paso, pequeñas sombras se apresuraban a apartarse con una notoria aversión al suave círculo de luz emitido por la linterna de mano.

Un poco más de atención habría permitido a un observador curioso reconocer en aquellas sombras a decenas de insectos bastante parecidos al que ahora llevaba en su mano y que, en este caso no había duda, eran cucarachas… decenas, tal vez cientos de ellas huyendo de la luz.

En su afán de caminar cuidadosamente, la niña trastabilló hasta casi caer. Tratando de proteger al insecto que llevaba en la mano, su linterna rodó por el suelo alumbrando con más amplitud la habitación donde se encontraban. Aunque la recuperó con rapidez, los segundos de luz proporcionados mostraron que las decenas de sombras delante de la niña se multiplicaban por millares en el resto de la habitación.

Habitación de una casa con muebles, pisos y paredes cubiertos de insectos
En una escena dantesca, millones de insectos de infinidad de especies se amontonaban en un agitado mar de antenas, patas y alas de toda forma y tamaño. Al huir de la luz, los cuerpos en fuga producían un tétrico entrechocar que recordaba el rasguñar de la madera en el bosque.

Ya va, ya va, ¡Tropecé!  ¿entienden? Hoy son muchos más, hay que entrenar un poco para ser más ordenados.  

Miró hacia arriba tratando de percibir alguna señal de que alguien había sido alertado de lo que pasaba en la sala. En un momento, su duda se disipó y, más tranquila, colocó su amigo junto a un montón de la misma especie que esperaba sobre una pequeña mesa.

De todas formas, dudaba que alguien quisiera bajar, aun habiendo escuchado algún ruido. Todos sabían, de alguna forma, del vínculo que se había formado entre ella y sus amigos desde que se habían mudado a aquella casa. Sabían, pero el miedo les obligaba a callar y hacerse los ignorantes.

Ahora tenían miedo, claro. Por sus nuevos amigos, pero antes se burlaban, la humillaban. En especial el idiota del novio de su hermana. No perdía oportunidad de lucirse, burlándose, poniéndole apodos, arrojándole cosas. 

Solo que cometió el error de hacerla enojar, de tratar de quedarse con su habitación para estar cercar de su hermana. Una vez allí, trató de acabar con sus amigos y ella no lo podía permitir. Ahora, el estúpido se encontraba en un hospital, con lo que los médicos llamaron “una crisis psicótica”, hablando cosas de “cucarachas, arañas y bichos asquerosos que se le subían por todo el cuerpo y lo mordían”.

Aun no podía creer el infierno que había desatado aquel estúpido aquella noche apoyado por su misma familia. Decenas, tal vez cientos, de sus amigos habían perecido aplastados, envenenados o simplemente asfixiados en un sanguinario desenfreno que ella no había podido evitar.

Primer plano de niña en la penunmbra. Con una sonrisa diabólica y cubierta de insectos
No lo pudo evitar, pero si lo pudo cobrar. La noche siguiente sus amigos y ella le mostraron de lo que era capaz al estúpido, y a su familia traidora que lo apoyó. Y, como dijo, él estaba ahora en un hospital y sus padres, hermano y hermana en sus cuartos sometidos por el miedo.

Y ella estaba allí, con sus amigos, regodeándose en su poder sobre ellos recién descubierto y en los planes que gestaba para el futuro. Los entrenaría, les enseñaría como trabajar al unísono. Le enseñaría a sus legiones cómo convertirse en un único insecto, gigantesco, poderoso, invencible. … y luego saldrían al mundo, a tomar lo que por derecho les pertenecía.

Allí, en ese momento, la humanidad parió un enemigo.



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