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24 diciembre, 2023

Nochebuena

Hombre mirando por la ventana a un grupo de monstruos amigables
El hombre, ensimismado en sus pensamientos, miró por la ventana con desgana. A pesar de que podía contar muchas historias sobre lo que veía en el exterior, aquella noche se mantendría al margen de aquel mundo que le fascinaba y en el que se perdía de vez en cuando.

Por ahora, los protagonistas de sus escritos quedarían afuera. Aquella noche, su mundo era aquella habitación repleta de ángeles, reyes y reinas del mundo real. El resto, bueno, el resto tendría que esperar.

Un coro de gritos de alegría lo sacó de sus pensamientos. Sonriendo, saludó con la mano a los seres fantásticos que lo observaban desde fuera, y cerró la cortina de la ventana para apresurarse al encuentro de quienes lo llamaban desde dentro.

–  Hey, el regalo grande es el mío… -. Dijo mientras un grupo de niños le abrazaban las piernas

–  ¡Feliz Navidad Tío!, ya llegó Santa.

Y aquella noche, Nochebuena por cierto, los protagonistas de sus historias se quedaron afuera… provisionalmente. 




A todos los lectores asiduos de mi blog, especialmente a mis amigos de El Tintero de Oro, les quiero dar las gracias por acompañarme durante este año. Sus comentarios me ayudan a pulir mis historias y a mejorar mi escritura. Se les aprecia mucho. Desde Venezuela, les deseo una muy feliz Navidad y un excelente año 2024 lleno de éxitos y alegrías. Un abrazo a todos. (Octavio)

Grupo de monstruos navideños con regalos rodeando una fogata


09 diciembre, 2023

El Espejo

Pareja Hetero de magos adolescentes observando un gran espejo colgado en la pared
La joven pareja, con su aspecto fresco y juvenil y sus túnicas escolares, contrastaba con la apariencia antigua de aquella habitación. Décadas de polvo se habían acumulado sobre el suelo y los muebles que parecían testigos de tiempos mucho mejores. La tenue luz de un candelabro en manos de la chica iluminaba la amplia escena, en la que se podían apreciar algunos de aquello muebles cubiertos con mantas o cortinas, como si alguien hubiera intentado protegerlos mucho tiempo atrás.

Mientras su compañero centraba su interés en la puerta del balcón, cerrada, empolvada y derruida como todo lo demás, la chica recorrió la habitación. Al llegar a la pared del fondo, se detuvo delante de un gran objeto cubierto con una sábana. Los pliegues de la tela dejaban al descubierto partes de un marco dorado con algún tipo de runas, indescifrables pero de una extraordinaria calidad artística.

¡Oesed! –. Dijo en voz baja, mientras tiraba de la sábana haciéndola caer – ¡Estás Aquí!

Alertado por aquel susurro, el chico detuvo su labor con la puerta fijándose en la muchacha y en el mueble que había descubierto. Un enorme espejo con un pesado marco de oro que, desde su punto de vista, extrañamente mostraba una superficie totalmente negra y opaca.

¡Teresa, ten cuidado! – dijo, tratando de llamar la atención de su compañera.

La chica le miró con una sonrisa y una amorosa mirada que tranquilizaron al inquieto muchacho.

Tranquilo Ren, sé lo que es y lo que hace… Ven, mirémoslo juntos

Es una pérdida de tiempo Teresa, y peligroso, sabes lo que veremos.

Aún no es la hora. Ven, será bueno para nosotros.

¡Teresa…!

Anda, ven.

Primer plano de un mago abriendo una puerta con magia de su varita
Renato miró a los ojos de aquella chica que extendía su mano hacia él. Hacía tiempo que sabía que la amaba, que daría todo por ella. Era la única en la que de verdad creía y confiaba en aquellos tiempos de locura.

Alejándose de la puerta, buscó entre los pliegues de su túnica hasta encontrar una pequeña vara de madera con la que señaló la cerradura.

¡Alohomora! 

Una pequeña y rápida lluvia de chispas salió de aquella varita hacia la cerradura y, sin más esfuerzo, la vieja puerta se abrió de par en par. Abriéndola y cerrándola con cuidado, se aseguró de que no tendría más dificultades y tomó con delicadeza la mano que le extendía la chica acercándose a ella para mirar juntos aquella superficie pulida.

¿Cuánto tiempo crees que tenga aquí? – Preguntó la chica

Mínimo desde la caída de Tom. El Profesor Romulus dijo en clase que una vez se usó para un hechizo de ocultamiento y después nadie supo de él. Muy pocos magos lo recuerdan ahora.

Papá dijo que se había quemado… pero aquí está.

Ambos quedaron en silencio observando aquel espejo. Extrañamente, cualquier observador externo solo seguiría apreciando la superficie oscura y sin reflejos. Sin embargo, la expresión de felicidad que invadió los rostros de la pareja indicaba que había algo más.

Pareja de magos adolescentes viendo un espejo en la pared
Que suerte he tenido –. Dijo la chica, extasiada, mientras apretaba dulcemente la mano de su compañero.

Es que aquel espejo le mostraba en ese instante imágenes épicas de batallas y enfrentamientos. Con emoción, vio como legiones enteras de magos se enfrentaban entre si luchando por una sociedad sin desigualdades en la que ninguna magia fuera proscrita y que la carencia de ella no fuera marca de inferioridad. Vio ejércitos enteros marchar por todo el mundo mágico impartiendo paz y justicia a todos los niveles. Y, a la cabeza de esos ejércitos, su amado Renato. Portando las más poderosas reliquias y trayendo el orden al caos, con ella a su lado fortaleciéndole con su amor. 

No más que la mía –. Respondió Renato en un susurro, apretándose al cuerpo de su compañera sin soltar su mano.

Pareja de magos adolescentes viendo un espejo en la pared
A diferencia de Teresa, aquel espejo mágico mostraba a Renato escenas de paz. La paz de la familia, del amor compartido y del apoyo desinteresado. Desde aquel espejo, una Teresa y un Renato distintos le observaban sonrientes, mostrando con orgullo un par de hermosos niños jugando con un grupo de elfos. Todos con las togas escolares de su casa, en un campo soleado y en un contexto pleno de amor y sin preocupaciones. Era su vida, la que había perdido, la que le observaba desde aquel espejo.

Una gran explosión y muchos gritos provenientes del exterior provocaron un sobresalto en la pareja de magos sacándolos de su abstracción.  Rápidamente, el chico volvió a cubrir el espejo mientras observaba fuera de la habitación por la puerta abierta… Ya no tenían tiempo. 

Impulsados por una descarga de amor, ambos magos se abrazaron uniendo en uno solo sus corazones tratando de controlar las lágrimas que asomaban en sus ojos. Separándose pero sin soltar sus manos, respiraron profundamente y caminaron hacia la puerta.

Endureciendo la expresión de sus rostros, se miraron por última vez y, al unísono, avanzaron hacia el balcón donde les esperaba su destino. Los gritos eufóricos y las explosiones se incrementaron mientras alguien les recibía con emoción:

Pareja de magos adolescentes desfilando en una marcha de magos
Honor y gloria, gloria y honor a Renato Potter y Teresa Ryddley. Los líderes de la casa de Slytherin y del nuevo mundo.

Atrás, en aquella habitación, quedó nuevamente abandonado el Espejo de Oesed. El objeto mágico que solo refleja los mayores deseos de tu corazón.








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Relato Corto Original de mi autoría
Participante en el reto
del mes de Diciembre de 2023






palabras Clave: Magia Magos Harry Potter varita varitas

10 noviembre, 2023

La Exhibición

Grupo de extraterrestres observando un aviso en una pared.
AVISO

Respondiendo a los hechos de esta mañana, la comandancia general ha decidido tomar una serie de acciones destinadas a garantizar la seguridad de esta comunidad. 

Instamos a los capitanes de unidad a asegurar el cumplimiento de las siguientes normas destinadas a lograr una defensa más efectiva y una pronta victoria:

  1. Se prohíbe la permanencia en el exterior en el horario comprendido entre las 1900 y las 0700 horas.
  2. Los pases de salida se otorgarán solo a los grupos operativos de logística con escolta. Todas las salidas estarán restringidas al horario comprendido ente las 1000 y las 1400 horas.
  3. Los capitanes deberán garantizar los suministros a las unidades especializadas que efectuarán labores de limpieza exterior. Para ello se servirán a discreción de cualquier pertrecho en nuestras instalaciones.
  4. Los residentes no combatientes se mantendrán en sus cubículos y pondrán a disposición de los grupos operativos cualquier recurso, material o humano, requerido. La lucha es responsabilidad de todos y no hay sacrificio demasiado grande para la victoria.

Hermanos, por milenios hemos sobrevivido a plagas, guerras, cataclismos geológicos y eventos interestelares… y aún estamos aquí. Esta vez, en unidad, también sobreviviremos.

Nota: El Servicio fúnebre de los caídos se realizará a las 0800 horas. Agradecemos Puntualidad, la unidad médica deberá asegurar la disposición de los cuerpos antes de su transformación. 

C.R.E.

DATOS DEL DOCUMENTO HISTÓRICO

Cod: AR_TI15F2534
EDAD SOLAR: ¿1600-1700 ciclos?
ORIGEN: PLION1485 (Tierra. Sin formas de vida inteligente. Probable Holocausto Zombie)
TIPO: Texto Arqueológico
UBICACIÓN: Museo interestelar SOL859S (En Exhibición)






28 octubre, 2023

La silueta en la Oscuridad

silueta de slenderman mirando a la luna llena al lado de un arbol
Aún recuerdo claramente la primera vez que lo vi. La verdad, no sé qué fue lo que me llevó a fijar mi atención en él. Es que no era fácil detectar la oscura silueta que se levantaba inmóvil en lo alto de aquella pequeña colina. 

Recortada contra la brillante luna llena de aquella noche de octubre, la alargada silueta parecía más una de aquellas sombras de la noche a las que nuestro cerebro tiende a otorgar rasgos de humanidad.

Casi tan alta como el joven y desgarbado abedul a su lado, se podían diferenciar claramente dos troncos y dos largas ramas que bien podrían haber sido piernas y brazos si no fuera porque los unos parecía llegar casi hasta el suelo y las otras eran bastante más largas que el resto del cuerpo. 

Recuerdo que me causó gracia comparar aquella figura con el pequeño juguete de goma que le robé a aquel niño bobo y con el que me divertía estirándolo hasta romperlo. Solo que las piernas del juguete no lograron estirarse tanto como los de aquella figura y su cabeza… ¡Por Dios!.. Qué extraña era la forma de su cabeza. Era una especie de caramelo ovalado que, por efecto de las sombras imagino, parecía tener aún el empaque a medio abrir, a modo de sombrero.

No lo pude evitar. No sé por qué lo hice, pero coloqué en el suelo la caja que llevaba en mis manos y con la que me pensaba divertir aquella noche en el bosque. Con un puntapié acallé los maullidos que salían de la caja y colocando mis manos a manera de bocina, le grité a aquella sombra:

–¡Eh! Cosa Horrenda. ¿Estás aburrido en tu porquería de colina?... baja aquí y diviértete conmigo.

Sentí como la sangre se congeló en mis venas, les juro que aquella sombra en la colina se movió y giró su cabeza hacia mí como si me mirara. Durante unos minutos, o tal vez horas no lo sé, me quedé allí parado mirando hacia la colina, esperando alguna señal de vida en aquella sombra que, extrañamente, permanecía allí inmóvil. Exactamente igual a pesar del avance de la noche.

¡Bah! Debo dejar el tabaco – Dije para mí, respirando profundo, tratando de influir de alguna manera en mi ánimo.

Me agaché a recoger la caja y, al levantar nuevamente la mirada, pude sentir como el corazón trataba de salir por mi boca. En la Colina solo estaba la sombra inconfundible de aquel abedul… ¡LA PUTA FIGURA ALARGADA YA NO ESTABA!

Niño asustado en un bosque con una caja en sus manos
Sé que parece estúpido, pero el miedo se apoderó de mí de una manera que jamás había pensado. Casi a punto de estallar miraba desesperado en todas direcciones tratando de identificar cualquier amenaza. No había nada.

Súbitamente, un ruido a mi espalda me paralizó. Claramente sentí como algo se movía, pero el pánico me impedía moverme. Trataba de ordenar a mi cuerpo que moviera las piernas, que se girara, que soltara la caja y corriera… cualquier cosa que rompiera aquella inmovilidad. Pero algo me detenía, me paralizaba colocándome a merced de lo que fuera que estuviera allí acechándome. 

Ese algo atrás de mí, tomándose su tiempo, se acercó hasta quedar completamente a mi espalda. Lo sentía allí, como una gigantesca presencia a la cual no podía ver por más que giré mis ojos hasta casi dar la vuelta hacia el interior de sus cuencas. Mi mente gritaba, pero mis labios no se movían, daba órdenes de huida a mis músculos pero mis nervios no las transmitían. Sea lo que fuera, me dominaba… era suyo.

De pronto, aquella sensación de realidad se hizo física. Algo me rozó la espalda y se deslizó pesadamente sobre mi hombro derecho. En ese momento pude verlo. Una pesada forma serpentina se movió por mi hombro bajando hacia mi cuello en un intento de terrorífico abrazo pesado y viscoso… Y eso fue todo. Mi sistema interior sufrió una descarga de adrenalina que, de alguna manera, venció aquella parálisis que me sometía y todo mi cuerpo reaccionó al unísono en una desesperada acción de supervivencia. La caja y su contenido volaron por el aire… y Corrí. 

Corrí como nunca en la vida por aquel bosque oscuro y la carretera que llevaba a él. Corrí con el raciocinio consumido por el instinto de supervivencia. Corrí azuzado por un pánico más allá del miedo a la muerte. Corrí sin saber que no escaparía, que había cruzado las puertas del infierno y que ya no habría regreso.

Corrí hacia la nada porque, desde aquella noche, aquella silueta oscura ya no se separó de mí. 

Imagen realista de Slenderman mirando a través de una ventana
Durante meses, desperté sudoroso a media noche y la veía ahí fuera, en la ventana. Una cara pálida sin rostro bajo un sombrero ridículo, alto y chistoso. O al pie de cualquier árbol camino a la escuela, extendiendo hacia mí esos brazos alargados y sin manos, llamándome.

Me seguía aun yendo yo en mi bicicleta, dando grandes pasos con esas piernas como zancos. Sin importar cuán rápido fuera, siempre llegaba conmigo a cualquier lugar… Y solo me veía, con sus brazos extendidos.

Pasaron los años y, aun siendo un adulto, nunca pude separarme de mi acompañante. Me volví huraño y repudié la compañía de otros, quizá cansado de que se burlaran de mis miedos. Ahora, no tengo familia o amigos, ni nada que atestigüe mi vida… Solo me queda él.

Slenderman parado en la calle visto por la ventana desde el interior de una casaAún ahora está ahí afuera, puedo verlo a través de mi ventana, tal y como ha sido desde que era un niño. Pero ya estoy cansado, no huiré más. Esta noche, cuando la luna esté en su máximo esplendor, iré hacia él y aceptaré su abrazo. Ese abrazo que me ofreció una vez y que hoy pienso fue un error haber rechazado.

Iré con él esta noche, sé que no regresaré. Pero dejaré estas líneas para quien las encuentre. Dejaré mi historia para que el mundo sepa sobre la noche que invité a jugar a Slenderman.




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13 octubre, 2023

El Despertar (Relato Corto)

La pequeña figura que descansaba en las ramas de aquel árbol despertó súbitamente, alertada por el fuerte viento entre las hojas. Cuidadosamente, se irguió en la oscuridad escuchando atentamente los mensajes que viajaban a través de la noche y que solo las criaturas del bosque podían entender.

Con un gesto de desagrado, olisqueó el aire enrarecido que el viento traía desde el norte. No pudo evitar un sentimiento de odio e impotencia, a pesar de todos los deseos y las promesas a los antiguos dioses, el enemigo estaba allí. 

Extendió su cuerpo lo más que pudo colocándose en puntas de pies y estirando sus brazos como tratando de alcanzar algo sobre su cabeza. En esta posición, algo detrás de su espalda comenzó a emitir un ligero brillo fluorescente que, de alguna manera, rompió la monotonía de la oscuridad nocturna. 

Como en una extraña danza, contorsionó el torso al ritmo de alguna canción o conjuro ocultos en su memoria. A cada movimiento, la ligera fluorescencia en su espalda se hacía más intensa hasta que, finalmente, una última sacudida provocó el despliegue de dos hermosos pares de alas de un tenue color azul con ribetes purpura.

Sin dejar de prestar atención a las advertencias de la noche, extendió al máximo las alas y las movió hasta que, aleteando con tal velocidad que serían casi imperceptibles para el ojo humano, tuvieron la fuerza suficiente para elevarle en el aire con una gracia que las aves o cualquier criatura voladora envidiaría.

Emitiendo un urgente llamado, que en oídos humanos sonaría a una suave música o un melodioso zumbido, la figura se elevó sobre los arboles del bosque hacia el estrellado cielo nocturno. Poco a poco, de entre la espesura y a todo lo ancho del bosque, otras pequeñas luces fueron elevándose hasta alcanzar su misma altura revelando la presencia de más hermanos de su propia especie.

Tratando de no dejarse dominar por la emoción, la criatura observó cada uno de aquellos puntos luminosos. Aunque eran aparentemente iguales, podía diferenciar a cada uno de ellos y llamarlos por sus nombres. Sintió como la tristeza le apretujaba el pecho, aquel poco menos de medio centenar de criaturas aladas que respondieron a su llamado era todo los que quedaba de los miles que alguna vez poblaron aquel bosque. 

Es que, antaño, pululaban en la floresta criaturas de las que los hombres ni siquiera oyeron u oirán jamás. Enanos, Trolls, Gnomos, Hadas y muchas otras especies crecían y prosperaban allí  en tal número que nadie podría nunca jamás pensar siquiera en enfrentarlas. 

Pero el ansia del poder y los deseos de dominación les perdieron. Por siglos lucharon entre si hasta que los caídos en batalla superaron ampliamente los nacimientos. Generación tras generación, su número disminuyó hasta que ya no valía la pena luchar. Eran tan pocos que el bosque, ahora, casi los tragaba y podían pasar siglos para que la casualidad llegase a juntar a dos miembros de especies distintas. De ser un bosque que hervía de vida, pasaron a ser una colección de minorías en las que las demás especies eran apenas leyendas, vestigios de épocas poderosas, vigentes solo en la mente de los más ancianos.

Seguro de que no habría más puntos luminosos, la figura emitió otro apremiante llamado y emprendió, junto con los demás, el vuelo en dirección a la frontera norte del bosque. Pero no iban solos. Allá abajo, entre los árboles, el movimiento de las hojas, ramas quebradas y un fuerte ruido de algo poderoso que avanzaba por tierra en su misma dirección les acompañaba.  

Mientras volaba recordó los tiempos de la llegada del hombre. Primero unos pocos, allá en la pradera. Temerosos al principio, quizá de las historias que contaban entre ellos, evitaban el bosque. Sin embargo fueron llegando más hasta que, envalentonados por su número, ya no temieron… y ellos eran demasiado pocos para detenerlos. Cientos de hermanos cayeron junto con los árboles que el hombre quemó por siglos en sus fogatas. 

El ruido y las luces le sacaron de sus cavilaciones. El viaje fue mucho más rápido que cuando era joven, señal de que el bosque era cada vez más pequeño. Con un dolor indescriptible, vio como un camino había aparecido donde antes había en pie un centenar de árboles milenarios. Gigantes que yacían ahora a un lado en el suelo, despedazados por un grupo de hombres apoyados en cegadoras luces y poderosas maquinas.

Mientras observaba el campo destruido, un aliento del viejo orgullo de su especie le plenó el pecho. Con un aire renovado y la emoción de siglos de dominación emitió un nuevo llamado, un fiero grito de guerra, del que sus hermanos hicieron eco.

Juntos, impulsados por la ira, aquellos seres ancestrales emprendieron un raudo vuelo hacia los humanos en búsqueda de su venganza. Esta noche, los invasores recordarían el por qué una vez temieron al bosque y a la oscuridad. 

Arrogantes al principio, el miedo terminó anidando en el corazón de los hombres que, torpe e inútilmente, intentaron huir.  Esta vez no solo enfrentaban aquel ataque alado. El ruido de ramas crujiendo, los terribles rugidos, los gritos ensordecedores y las gigantescas rocas volando desde el bosque les hizo comprender que, esa noche por lo menos, las minorías marginadas no serían tales y la mayoría que una vez exhibieron no sería más que una ilusión.




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25 septiembre, 2023

Extraña cosa... Extraña de verdad (Microrrelato)

El avezado policía parecía observar con desconfianza el cadáver sobre aquel montón de papeles. Sabía quién era. Su familia era dueña de una mitad de la ciudad y acreedora de la otra mitad.

Sin embargo, la única habilidad que demostró el occiso fue la de gastar dinero a manos llenas. Criador de caballos, Piloto, vitivinicultor, arqueólogo, y últimamente escritor sin musa, fueron solo algunas de las aventuras millonarias que emprendió durante su vida.

Extrañamente, al final, fue la escritura la que pareció darle frutos. Su único libro: “Pídeme un deseo y lo verás por escrito”, causó furor convirtiéndolo en estrella.. 

Y allí estaba ahora, muerto. Sin computadora o máquina de escribir a la vista. Tendido sobre un montón de hojas escritas evidentemente a mano con aquella vieja pluma de ganso y tinta de un tintero dorado, ahora vacío, aún sobre la mesa… Muy extraño.

Con la vieja pluma, escribió la palabra “FIN” sobre un pedazo de papel y la comparó con la letra en las hojas tiradas. La misma tinta. Aquel hombre parecía escribir su obra con aquel tintero, aquel tintero dorado. Miró con envidia las hojas abandonadas sobre la mesa, de seguro sería una verdadera locura de ventas..

Satisfecho, se dispuso a salir de la habitación. Algo, sin embargo, llamó su atención en el viejo tintero. Levantándolo hacia la luz, pudo observar unas pequeñas letras cerca de su base que ameritaron toda su agudeza visual para ser leídas:

"Omnia habet pretium."

Extraña cosa aquella chuchería… extraña de verdad. 




Presentado en el reto del mes
de Septiembre de 2023 en




palabras Clave: cuento terror asesino microrrelato armas crimen pasional

13 junio, 2023

Un cabo Suelto (Relato Corto)

El polvo y el humo enrarecían el aire de la estancia principal, permitiendo apenas visualizar el desastroso estado de aquella cabaña, con escombros y pedazos de muebles esparcidos por todas partes. El apestoso olor a pólvora, y el gran agujero en donde debía estar la puerta que conduce al exterior, delataban la poderosa explosión que había destruido el lugar.

A medida que el polvo se asentaba y el humo dejaba la habitación, algo más que escombros fue quedando al descubierto. Tan destrozados como todo lo demás, al menos cuatro cuerpos de los que parecían soldados, o algún tipo de combatiente, fueron apareciendo poco a poco esparcidos por toda la habitación. 

Apenas perceptible, un ligero movimiento interrumpe la quietud de la escena. En un rincón, una extrañamente simétrica pila de escombros comenzó a temblar y a rodar poco a poco hacia el piso. Ya sin peso encima, una segunda pila armada con pedazos de alfombra surgió a la luz, subiendo y bajando como si tratara de respirar el aire de la habitación. 

En uno de aquellos movimientos ascendentes, un agujero se abrió en la pila y una mano surgió de repente sosteniendo aun el cuchillo con el cual despejó el paso. Con dificultad,  aquella mano apartó los gruesos trozos de alfombra liberando el rostro de una mujer casi asfixiada por el peso de los tejidos que, sin duda, la protegieron de la explosión que destruyó todo lo que le rodeaba.

Poco a poco, haciendo un enorme esfuerzo, la mujer terminó de  liberarse y, con un gesto de dolor, se puso de pie tratando de recomponerse y obligar a su cuerpo a obedecerla.  

Ensangrentada y vacilante, caminó por el salón observando cuidadosamente cada rincón.  Aparentemente satisfecha, se agachó y recogió una pistola del suelo. Con ágiles y experimentados movimientos, a pesar del evidente dolor, verificó el contenido del cargador y se aseguró de tener una bala en la recamara antes de confirmar, con unas desconfiadas pataditas, que los cuatro hombres estuvieran muertos. 

No se molestó en mirar los rostros de aquellos hombres. Sabía quiénes eran. Los conocía a todos de un tiempo lejano en el que les llamó “Compañeros”. Además, sabía que no encontraría allí la cara que importaba. 

Un gesto de desaliento estremeció su cuerpo al comprender que había fracasado. Aun no terminaba, todavía existía en el mundo alguien que sabía de su vida pasada. Esa vida que había tratado de dejar y que ahora le había encontrado. 

Agotada, apoyó la espalda contra un área despejada de la pared frente al hueco de la puerta y resbaló hasta quedar sentada en el piso polvoriento. Una sonrisa iluminó lo que, limpio de sangre, debía ser un hermoso rostro. 

Mujer sentada en el piso en medio de una habitación destrozada con la puerta abiertaCon los ojos cerrados, pensó en el desastre de aquella cabaña y en lo diferente que eran sus prolijos trabajos en años anteriores. En aquella época en que se sentía poderosa e invencible, imponiendo y derribando gobernantes, infiltrando imperios y mercadeando secretos. Siempre en la sombra, indetectable, sin dejar rastro alguno de su existencia. Todo Muy diferente a aquella ruinosa cabaña.

Orgullosa, llegó a compararse con el titiritero que movía a su antojo los hilos del mundo... Y luego aceptó aquel trabajo. Aquel trabajo que le mostró otra perspectiva de la vida y a partir del cual decidió abandonar todo. Aquel trabajo que no pudo terminar y que para ella significó un nuevo inicio.

Pero, en aquella vida que trató de dejar, si no “trabajas” o no “cumples” eres un cabo suelto. Por eso sabía que vendrían por ella y los esperó por años. Se preparó para ellos, pero había fracasado. Ya no era la misma, había hecho un desastre y uno había escapado… y volvería, nada había cambiado. 

– ¡Clic! – El sonido de un percutor montándose le sacó de sus cavilaciones. Ni siquiera abrió los ojos. Era una loca estúpida, se había descuidado una vez más y la pieza faltante estaba allí, en el hueco de la puerta, apuntándole con un arma. Seguramente sonriendo, regodeándose por lo estúpidamente fácil que le iba a resultar el acabar con ella. Solo le quedaba esperar el golpe definitivo y sentirse agradecida por los últimos años de su vida.

– ¡BANG! –. El potente disparo volvió a llenar de humo y olor a pólvora aquellas ruinas sin más respuesta que el sonido lejano del aleteo asustado de una bandada aves.

Pero la bala nunca llegó. La mujer abrió los ojos y, para su sorpresa, en el hueco de la puerta frente a ella vio a una niña de unos 12 años sosteniendo una humeante escopeta con la que apuntaba a un cuerpo tendido en el piso, aun con un arma montada en su mano.

Silueta de una mujer y una niña saliendo de una habitación tomadas de la mano
Un alivio inmenso remplazó el miedo y resignación que hasta entonces le habían inmovilizado. Allí estaba el resultado de aquella misión que no había podido terminar. La bebé que había pactado asesinar y que había desarmado sus planes con apenas un apretón de su pequeña mano. Allí estaba el avatar de su vida misma, cambiando su destino una vez más. Esta vez para siempre. 

Por primera vez en muchos años, sintió de verdad que el peso de sus acciones ya no le lastraba. Poniéndose de pie con energías renovadas, caminó hacia la puerta y, tomando la mano de la niña, salieron juntas al exterior dejando atrás aquella cabaña y, con ella, una vieja vida que por fin no les recordaría.








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27 mayo, 2023

Inevitable (Microrrelato)

Silueta de hombre viendo la televisión recostado en un viejo sofá
El hombre veía la televisión despatarrado en un viejo sofá de aquella revuelta habitación.

"Ver", en realidad, era una forma de llamar a lo que hacían aquellos ojos perdidos en algún punto inexistente más allá del televisor. Apagaría el aparato si el control remoto no yaciera olvidado sobre la mesa de la cocina, junto al pequeño revolver que había comprado el día anterior. 

Aquella TV no tenía cabida en su mundo, reducido ahora a aquella dolorosa presión en el estómago y esa sensación de ahogo que se apoderaba de él como si algo quisiera salir de su interior. Gustosamente habría recibido un puñetazo con la fuerza suficiente para hacerle sentir mejor. Pero sabía que eso no funcionaba, lo había probado… un par de veces.

En aquello se había convertido toda su alegría, su esperanza y sus ganas de vivir. En un gigantesco caso de indigestión. Y nada más. 

Cansado, se levantó lentamente de su asiento y se encaminó hacia la cocina tratando de no mirar los dos bultos inmóviles en la cama del dormitorio principal. 

¡Ignóralos! – se dijo mientras entraba en la cocina y tomaba el control universal con una mano y el revolver en la otra. Esbozando una sonrisa, fijó su mirada en el botón de retroceder sopesando si las cosas hubieran podido ser diferentes. 

Fue Inevitable –  dijo colocando el revolver sobre su cien y, con una ligera flexión de su dedo, emprendió el camino para reunirse nuevamente con aquellos que le robaron su vida.




Presentado en el reto del mes
de Mayo de 2023 en

Micro basado en las
peores de las emociones. 
El despecho, el rencor y los celos
que han llegado a causar guerras y que, 
a la larga, destruyen a quienes
las generan y a quienes las Portan.


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26 marzo, 2023

Máscaras (Relato Corto)

Silueta de hombre que es un personaje de un cuento de fogata y está sentado pensando en la oscuridad.
La estridente música y la gritería en el exterior sacaron al hombre de sus cavilaciones. Suspirando, paseó nuevamente la mirada por la sucia habitación donde se encontraba. Cajas vacías, papeles viejos y mugre en todas partes donde dirigía la mirada. Excepto en la pequeña mesa y la silla en la que se encontraba sentado y que desentonaban con el resto de la decoración seguramente por haber sido puestas allí especialmente para él. 

Algo le llamó la atención y le obligó a detener la mirada. Sobre un estante, tan sucio y desvencijado como el resto de la habitación, un casi imperceptiblemente movimiento delató la presencia de un pequeño insecto. Una íngrima cucaracha que, envalentonada por la aparente quietud de la habitación, había decidido darse un paseo a plena luz.

Insecto parecido a una cucaracha que es un personaje de un cuento de fogata y esta tratando de subir una pared
Aquella aparición solo le causó una pasajera curiosidad. Nunca había sufrido de fobias o miedos de ningún tipo. La verdad en este mundo eran muy pocas las cosas capaces de generarle algún tipo de emoción que le distrajera de aquel inmenso vacío que se había vuelto parte de él. 

No hubo diván de loquero, de las decenas que visitó durante sus últimos años, que abriera la puerta del entendimiento y diera con el chiste de aquella oscuridad que le acosaba. La muerte de sus padres a los cinco años, la vida en la calle hasta los diez, los terribles hogares de acogida hasta los 18, su vida de pandillero hasta los 30 y la pérdida de su amada familia a los 41,  fueron algunas de las causas que compró con su exiguo dinero sin obtener ninguna cura. 

Desentendiéndose de su visitante, caminó por la habitación tratando de estirar sus piernas. Sus rodillas no dejaban de recordarle que, ante la ley, hacía rato ya que se le consideraba como “persona de la tercera edad”.

Detuvo su andar en un extremo de la habitación con la mirada fija en la pared ante él, desde donde una colorida figura parecía observarle socarronamente. Había visto esa representación muchas veces antes y aun no podía dejar de mirarla. Algunas veces con peluca verde, otras con trenzas azules y sombrero bombín, siempre en combinación con esa inefable chaqueta de mil colores y los pantalones bombachos con infinidad de parches arcoíris. 

Había desarrollado un odio profundo hacia aquella cara blanca y esa estúpida nariz roja gigante. Aquella puta cara, que parecía divertir al resto del mundo, le causaba dolor de tripas y una urgencia inexplicable por, aun estando en la pared, soltarle un buen golpe aun si resultara lastimado.  

Le reventaba su falsedad, la facultad de convertir ese pálido rostro en un lienzo sobre el cual dibujar la emoción más conveniente para lograr obtener de las personas lo que quisiera. Emociones falsas y sobreactuadas que, sin embargo, la gente aceptaba y celebraba.

La estúpida gente aceptaba esa cara pálida y esa horrible nariz  sin cuestionar jamás a quien estaba detrás de ella. No les importaba quien era, quien había sido o en quien se convertiría. Simplemente aceptaban su mentira cambiándola por sus  propias mezquindades.  

Él en cambio sacrificó incontables años tratando de ser aceptado. Provocó risas, se convirtió en el mejor de los compañeros, hizo el bien al prójimo en cada oportunidad que se le presentó y, sin embargo, su “prójimo” no dejó de señalarle recordándole lo que fue y lo que nunca sería. 

Sospechoso habitual en cada ilegalidad ocurrida en la ciudad. Monstruo nocturno con el que los padres amenazaban a los niños. Asesino, violador, asaltante y aberrado  eran las palabras que se pronunciaban por lo bajo refiriéndose a él. Para todos, era más seguro señalarle y mantenerle alejado de ellos y sus familias.  

Por eso odiaba a los putos payasos como el que le miraba. A nadie le interesaba el maldito que estaba detrás de esa cara pintada. Nadie le señalaba ni hablaba de él por lo bajo. Solo reían, aceptaban su mentira y nadie se sentía inseguro.

¡Carlos!. El llamado le sobresaltó y le trajo nuevamente a la realidad de la habitación en la que se encontraba. El ruido exterior casi había cesado. Solo se escuchaba algo de música festiva y voces de niños jugando y riendo. 

Una mujer mayor había abierto la puerta y, desde el marco, le estaba hablando

Carlos, ¡espabílate!  Estamos listos. Te esperan.

Sonriendo, el hombre suspiró recriminándose interiormente por haberse distraído. Necesitaba el trabajo y no le contratarían más si cada vez se dejaba llevar por los recuerdos y el odio. 

Haciendo un saludo militar a la imagen en la pared, que aún le miraba, contestó con su más alegre tono de voz

Tranquila que solo estaba recordando a un viejo amigo, ¡vamos allá!

Cogiendo impulso salió presuroso con una ligera carrera. La Mujer en la puerta dio una última mirada a la habitación y, apagando la luz, dijo para sus adentros:

Olvidé revisar que no hubiera espejos. Siempre hace lo mismo y cada vez se distrae más.



Cerró la puerta tras de si y afuera se formó una gran algarabía. La voz  se la mujer se alzó sobre el desorden infantil gritando para hacerse escuchar: 

Tiempo de Divertirse familia… Todos a disfrutar y a aplaudir la diversión que nos trae “Bonzo”, el Payaso Fiestero.





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Cuento corto de terrror sobre payasos y odios reprimidos en su interior




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13 marzo, 2023

Pazuzu (Microrrelato)


La profunda oscuridad de la habitación engullía la suave luz con que, por la ventana, la vieja farola en la calle intentaba iluminar la escena. Apenas una mísera línea luminosa lograba abrirse paso en aquel enrarecido ambiente, impregnado de herrumbre y pudrición, señalando acusadora la figura sobre la cama.

En una posición poco natural aquella pequeña figura yacía inmóvil, respirando con dificultad de forma sibilante y encajonada con lentitud y arritmia. 

Yacía inmóvil pero alerta. 

Claramente a pesar de la oscuridad, el demoníaco rostro de aquella bestia prisionera se fruncía en un rictus de desprecio y odio. Sus ojos de animal, muy abiertos, se perdían en el vacío buscando, o esperando, algo que ansiaba con desesperación.

Se había servido del hombre desde el principio de los tiempos, había levantado y destruido reinos enteros, había pervertido sin medida a la humanidad para su placer… y sentía que en ese instante, en esa habitación, su destino le alcanzaría.

Escuchó el ruido de un vehículo en el exterior y una sonrisa perversa dejó entrever la dentadura manchada por el vómito y la mugre. El tiempo de la expiación había llegado… Su enemigo estaba allí.

Plenando con aire pestilente los pulmones de aquella carcasa mortal que le albergaba, el reto a la batalla surgió desde las mismas entrañas del infierno…

— ¡Meeerrriiinnnnn¡. 

Delatando así su presencia al anciano enemigo que, una vez más, trataría de arrebatarle aquella hija de la luz que poseía. Esta vez él, el poderoso Pazuzu, triunfaría.



NOTA: Una de las escenas mas recordadas en la historia del cine de terror, es la llegada del padre Merrin a la casa donde realizaría el famoso exorcismo en la película del mismo nombre por allá por el año 1973. Esta escena se ha convertido en todo un clásico y a muchos aun nos causa cierta intranquilidad al verla o recordarla.

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Pazuzu. Primera parte de Cuento de terror o microrrelato de una escena de la película el exorcista

Pazuzu. Primera parte de Cuento de terror o microrrelato de una escena de la película el exorcista





presentado en el reto del mes
de Marzo de 2023 en




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10 febrero, 2023

Las Excentricidades de Roque

Tercer Lugar en el reto del Mes de Febrero 2023
El Tintero de Oro

No recuerdo haber visto triste alguna vez a Roque, mi hermano mayor. “Roque”, en realidad, era el diminutivo de “Rockefeller de Jesús”, nombre con el que nuestros padres, entonces primerizos,  le bautizaron tratando de invocar una vida feliz para su primogénito. Es que, según lo que ellos mismos proclamaron a los cuatro vientos, con esos dos grandes nombres comprometían a su hijo a no ser menos que supremamente feliz.

Ya fuera con sus locuras como diría la abuela Julia, estupideces según el abuelo Carlos o “excentricidades” como al final las bautizó aquel psicólogo con pinta de Einstein, el último en prestar atención a Roque, mi hermano dejó una huella indeleble en todos los que le conocieron.

Aún ahora son famosas sus historias, divertidas algunas, bochornosas la mayoría, que se cuentan una y otra vez en las reuniones familiares. Algunas de esas historias son más populares que otras como cuando, a los 12,  se paró desnudo en la puerta de la casa con una flecha de goma pegada en la frente gritando como apache y casi provocándole un ataque a la octogenaria señora Darwin, la vecina. O aquel año en el que solo vistió con el uniforme del colegio, día y noche, permaneciendo como Dios lo trajo al mundo cuando llegaba la hora de lavarlo.

Con algunas excepciones, como aquel susto a la señora Darwin, las excentricidades de Roque pueden considerarse bastante inocuas. Ya quinceañero, por ejemplo, literalmente se negaba a usar las escaleras de la casa. Prefería subir y bajar hacia su cuarto usando una escalerilla improvisada directamente bajo su  ventana. 

Ya adulto, el hombre construyó una hermosa escalera en hierro forjado haciendo gala de una maravillosa concepción del arte que, dicho sea de paso, le serviría para ganarse la vida. Aun si llovía prefería llegar a su cuarto por esta ruta, usando las escaleras interiores solo cuando fuera estrictamente necesario. Lo que ocurría muy esporádicamente ya que, para Roque, parece que pocas cosas eran estrictamente necesarias.

Mi hermano a veces pasaba horas enteras observando las aves o acostado bajo las nubes y las estrellas, sonriendo y entonando aquel silbido que llegó a convertirse en su marca de fábrica. Era tanta su pasión por el aire libre que, cuando acumulamos algunos años y se le dificultó subir sus escaleras, construyó una pequeña cabaña en el patio de la antigua casa paterna.  Allí pasaba, como le gustaba, horas enteras mirando al cielo a través de una especie de techo transparente y corredizo con el que, según sus palabras, podía contar con el techo más grande y más hermoso sobre él… el cielo mismo.

De verdad que nunca le vi triste en los más de setenta años que estuvimos juntos. Ni siquiera cuando nuestros padres fallecieron, yo niño, él adolescente, vi en su rostro más que una pasajera seriedad y una sutil nubosidad en los ojos que delataba la vorágine que, sin duda, existía en su interior. No más de algunas semanas bastaron, sin embargo, para que contáramos de nuevo con el Roque de siempre. Convirtiéndose, la verdad, en la roca y el principal apoyo para superar nuestra pérdida.

Sin embargo, una vida entera me enseñó a conocer a mi hermano más que nadie, convirtiéndome en su confidente y en guardián de sus secretos. 

Sí, yo sé todos los secretos de mi hermano. La mayoría se irán conmigo cuando llegue mi turno de viajar al otro lado, pero otros los iré contando en las reuniones familiares, hasta que me llegue la hora, para que mis nietos sepan quién fue el abuelo Roque.


Sé, por ejemplo, que aquellos gritos de comanche en la puerta atrajeron la atención de nuestros padres y permitieron que su hermano menor entrara en la casa, ensangrentado pero seguro, luego de aquella pelea con los gamberros de la escuela.  También sé que vistió un año entero el uniforme escolar porque en secreto regaló toda su ropa de salir al hijo de los señores García cuando perdieron sus cosas en aquella inundación.

Si, sé eso y muchas cosas más sobre las “Excentricidades” de Roque.

También sé que al morir nuestros padres, atrapados en un incendio en su oficina, Roque  desarrolló un terror indescriptible a las escaleras internas y lugares encerrados. De ahí su reticencia a colocarse en esa posición mientras pudiera evitarlo. Pero por encima de todo, y he aquí su principal secreto, sé que se juró a si mismo cumplir a cabalidad con el deseo de nuestros padres labrándose una vida en la que no fuera menos que inmensamente feliz.

Eso y mucho más puedo contar de Roque, mi hermano, por quien no puedo evitar llorar al verle allí tendido en aquel cajón que, como una última "excentricidad", él mismo se construyó. Viéndolo allí, al final, no puedo más que pensar que cumplió cabalmente con su promesa. 

Es que, definitivamente y a su manera, Roque fue inmensamente Feliz. Y eso sí que es una excentricidad en estos tiempos en que la felicidad ajena es casi que un pecado.

 



Relato Corto Original de mi autoría
Participante en el reto
del mes de Febrero de 2023




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24 enero, 2023

Regreso al Mukumbarí (Microrrelato)

Anciana indigena en una montaña nevada observando un grupo de aguílas que se se acercan con la luna llena de fondo
Luchando contra la violencia del viento helado, la anciana recorrió con la vista el abismo a sus pies mientras ajustaba sobre su pecho la pesada piel de puma con la que se protegía.

Entornando los ojos, entonó un canto con una hermosísima voz que se elevó por encima del ensordecedor ruido provocado por el viento:

Mukumbariiii —.  Cantó con una dulzura angelical que, a pesar de la furia del viento, rebotó en cada roca de aquellas montañas multiplicándose y resonando hasta el infinito. 

Sin dejar su canto, la anciana extendió una temblorosa mano hacia adelante ofrendando al abismo una brillante pluma de cristal, refulgente como los rayos de la madre Chía.

Súbitamente, el viento amainó y la noche pareció aclararse mientras la cara de Chía asomaba repleta allá en el horizonte. Como en una alegre celebración, la Luz de madre iluminó las cinco blancas cumbres del Mukumbarí y sus hermanas, tal y como cuando era una niña, provocando lagunas de recuerdos en los cansados ojos de la anciana.

Aquella mujer sonrió al escuchar un ruido de alas que se aproximaban, su ofrenda había sido aceptada y su penitencia terminaba esa noche. Era hora de devolver lo robado en los tiempos en que ella y el mundo eran jóvenes. 

Con la madre Chía de Fondo, cinco formas aladas se aproximaban a la anciana Princesa Caribay, atraídas de nuevo por su canción. Esta vez no huiría, viajaría con las águilas a su reino en el Mukumbarí por toda la eternidad.



La Leyenda

Aunque Venezuela es un País Tropical, hemos sido bendecidos con una extraordinaria variabilidad climática que incluye nuestras propias cumbres nevadas o “Sierra Nevada” de la cual el Pico Bolívar (El “Mukumbarí, donde nace el sol", en lengua indígena) con sus más de 5.000 msnm es el punto mas alto.

Cuenta la leyenda que Caribay, la primera mujer, era hija de Zuhé (El Sol) y Chía (La Luna).  Dotada de una extraordinaria belleza, una hermosísima voz y la habilidad de imitar el canto de las aves, un día Caribay vio en el cielo 5 majestuosas águilas de un refulgente color blanco.  Maravillada por la blancura de su plumaje, la Joven princesa se antojó de adornar su cabello con aquellas plumas. Persiguió las águilas por montes y valles y comenzó a llamarlas imitando a las aves con el canto más hermoso que pudiera recordar.

Engañadas por el mágico llamado, las cinco aves bajaron del cielo posándose adormiladas cada una en el pico de cinco montañas muy cercanas una de la otra. Rápidamente, Caribay alcanzó las aves dormidas para arrancarles las preciadas plumas pero, para su sorpresa, al tocarlas sintió como sus manos se le congelaban ya que se habían convertido en grandes estatuas de hielo. Asustada por aquel prodigio, Caribay huyó despavorida olvidando el canto y buscando refugio en tierras más cálidas.

Dice la leyenda que esa noche, al alumbrar la luna (la madre Chía) las estatuas de hielo, las aves cobraron vida nuevamente y descubrieron el engaño del que habían sido objeto. Furiosas, batieron sus alas con  gran fuerza esparciendo su blanco plumaje por toda la sierra cubriéndola en su totalidad. Desde entonces, cada nevada en la sierra venezolana es un recordatorio del engaño de la Princesa Caribay y la furia de las cinco águilas blancas de la leyenda.
 
Esta leyenda llegó hasta nosotros de la pluma del poeta venezolano Tulio Febres-Cordero, allá al comienzo del siglo XX, quien probablemente se basó en antiguas tradiciones orales de la cultura Indígena Tatuy. La Historia de la Princesa Caribay es una de las mas hermosas Leyendas de los Andes Venezolanos. 
 
En el siguiente enlace  podrás saber más de Don Tulio Febres-Cordero y Leer su historia original: LAS 5 ÁGUILAS BLANCAS
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