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15 marzo, 2024

La Amistad Primero (Microrrelato)

Joven enmascarado con un violín en la mano luego de un concierto
El polvo en la pista aún no se había asentado pero la gente seguía aplaudiendo a aquel grupo de música popular. La verdad habían estado especialmente alegres en sus interpretaciones manteniendo el baile durante horas.

Sin embargo los miembros del grupo recogían sus cosas en silencio y con una extraña seriedad. Trabajando rápidamente, no perdían de vista al joven enmascarado que, en medio de la tarima, permanecía de pie con su violín en la mano y la mirada fija en algún punto más allá de la gente que les aclamaba.

Rogaban que no se materializara lo que habían logrado evitar toda la noche. Sin embargo, sus esperanzas se hicieron pedazos al ver que el joven levantó su violín y, quitándose la máscara, dio inicio a los acordes de la canción que habían pactado no tocar.

“Llego la noche fatal, noche de agonía para mi soñar,
Noche de partida. Te marchas muy lejos sin volver atrás”

Resignados, se unieron a su compañero en la interpretación del tema que sabían desataría el infierno:

"Por dios mírame, los ojos en llanto, amándote tanto me vas a dejar."

Grupo de hombres enojados
Inquietos, observaron  el grupo de hombres que atravesaban furiosos la pista, seguramente el novio y el padre de la novia con sus amigos. 

Lastima –. Pensaron –  Casi terminamos la noche sin un solo golpe. Pero, la amistad primero.

Y el baile continuó hasta que el ruido de un violín, o tal vez unas costillas, rompiéndose marcó el final de aquella fiesta de despedida de novios.








Aporte para el reto
del Mes Marzo de 2024 en



09 marzo, 2024

Un 28 de Febrero

 “Después de tanto tiempo que ha pasado, te parecerá mentira, pero no me acostumbro

El hombre hizo coro, casi en un susurro, a la vieja balada que la chica de la barra había colocado para entretener a su único cliente.

La soledad del pequeño bar parecía irrelevante para el hombre que, en silencio desde su llegada, bebía su cerveza. No buscaba celebrar ni ahogarse en alcohol, solo recordar. Pero la melodía que sonaba en el local rasgó una fibra sensible en su interior, distrayéndole de sus pensamientos.

- Otra cerveza por favor, y sirve una para ti, acompáñame a brindar.

- Hola, si estás aquí. Te hacía en la luna o más allá. Lo siento, no bebo con los clientes.

- Vamos mujer, sírvete un vaso con agua si quieres pero colabórame. Hay cosas que no debemos hacer solos… entre ellas brindar.

La chica inició un ademán para negarse pero algo en los ojos del hombre, y en la canción que escuchaban, la detuvo:

"…Cada vez se me hace más difícil, cada vez. Y es que, sin ti, Todo se quedó por la mitad."

Con gestos rápidos, la chica colocó dos vasos en la barra y rebuscó en la barra hasta encontrar una botella medio vacía.

Esta me la dejó mi padre. Si vamos a hacerlo, hagámoslo bien – dijo, mientras vertía el licor en ambos vasos. – Bien, ¿cuál es la ocasión?

El hombre miró a la chica en silencio. Necesitaría más que una tarde de miércoles para explicarle lo de aquel 28 de Febrero, seis años atrás. El día en que, de alguna manera, su mundo comenzó a hacerse más pequeño al vivirlo entre dos. De ninguna manera le bastaría la tarde para hablarle de aquellos trece meses en que el “yo” se volvió “ella” y el “mío” se transformó en “nuestro”. Eso, siendo muy minimalista, era lo que celebraba esa tarde. Seis años de haber demediado su vida colocando color a su mundo. 

– ¿Y Bien? – Le apremió la chica – ¿Bebemos?

Sip, Por los 28 de Febrero. Los que traen a nuestra vida magia y color aunque no lo sepamos hasta que sea tarde… ¡Salud!

O.k, pues, por los 28 de Febrero será, ¡Salud!

Ambos apuraron de un trago el contenido del vaso y finalizaron el ritual colocándolo boca abajo sobre la barra.

– Es hora de irme a casa – Dijo el hombre, mirando su reloj – Gracias por el brindis.

De nada, siempre hay apoyo aquí para los clientes deprimidos. Cuando quieras, regresa. 

Con tranquilidad el hombre siguió hacia la calle mientras, extrañamente, el mismo tema aun sonaba en los altavoces del local:

Siempre pensé: La vida debe de continuar. Pero, sin ti, Todo se quedó por la mitad

Ya en la calle camino a casa, pensó que esa canción habría bastado para explicar su vida a aquella chica en el bar. Después de aquel 28 de febrero, su vida parecía haber quedado por la mitad. En estos seis años, todo lo que hacía le parecía “a medio vivir, a medio sentir”, como en aquella canción. 

Sin embargo, dando un mirada atrás recordando el gesto de la chica,  pensó que aquel "regresa" tenia un tinte bastante especial y que, tal vez, este 28 de febrero también había traído algo bueno… y se prometió volver al día siguiente.


Tema de Fondo
A MEDIO VIVIR
(Franco de Vita F. Gianmarco)
Autor: Franco de Vita





13 febrero, 2024

Los dos Juanes

Juan se encontraba en el centro del patio al aire libre, presa de la ansiedad. Sus dedos tamborileaban incesantemente sobre sus piernas en un vano intento por controlar su nerviosismo. Con movimientos rápidos y furtivos, sus ojos escaneaban a los demás miembros del grupo, buscando un ápice de apoyo en la similar incomodidad que intuía en ellos. Sin atreverse a mirar atrás, podía sentir en sus vecinos la misma angustia que le atenazaba la garganta y lo mantenía atado, como si estuviera encadenado, a aquella incómoda silla de alquiler.

Observó a los hombres uniformados frente y a los lados del grupo. Su actitud pasiva, casi somnolienta, le quitó toda esperanza de que la espera terminara pronto. Evitando las demás miradas, reflejo condicionado de años de mantener un bajo perfil, fijó su vista en las rodillas y se dejó llevar por los pensamientos y recuerdos.

Lejanos se antojaban sus años mozos en la lejana Suramérica, cuando el mundo entero parecía postrarse a sus pies. En aquella época, Juan era el orgullo de su familia y un personaje entrañable para vecinos y conocidos. Todos los que le trataban lo describían con un rosario de virtudes: trabajador, amoroso, responsable, solidario, respetuoso... Su madre, a quien Dios tenga en su Gloria, lo llamaba simplemente "El Bueno de Juan", el que "se comería el mundo".

Sonriendo, Juan pensó que aquella fama era más mediática que otra cosa. Consideraba que su mayor virtud era la simpleza de su actuar: hacer lo correcto y perseguir el éxito únicamente a través del trabajo duro y la dedicación. 

Un murmullo detrás de él le sacó momentáneamente de sus cavilaciones y le obligó a mirar hacia atrás. Agobiada por la angustia y el calor, una mujer algo mayor que él yacía tendida en el suelo, siendo atendida por dos uniformados. En cuestión de segundos, dos paramédicos irrumpieron con una camilla y se llevaron a la mujer, dejando al grupo con un nudo en la garganta.

Intentando olvidar el incidente, Juan se sumergió nuevamente  en sus pensamientos. A pesar de sus esfuerzos, la economía general de su país fue un obstáculo insuperable para alcanzar el éxito que anhelaba y que su madre vaticinaba. Uno a uno, amigos y familiares fueron tomando otros rumbos para continuar con sus vidas lejos del desastre, seco de oportunidades, en el que se había convertido su patria. 

Sus habilidades le permitieron al "bueno de Juan" sobrevivir un poco más tiempo y cuidar de su madre sin necesidad de abandonar su hogar. Sin embargo, con su muerte, ya no tuvo más anclas ni opciones y sus pies emprendieron el camino que muchos de sus compatriotas habían recorrido antes que él.

Deliberadamente, eligió no recordar la travesía. Los peligros de la selva, las interminables jornadas, los mosquitos y el hambre eran fantasmas que no deseaba revivir. Flaco de cuerpo y  ánimo, pisó tierra extranjera con más resignación que emoción, buscando dar vida a las profecías de su madre. Lo que jamás imaginó, ni le habían advertido, era que encontraría un lugar donde no era bienvenido.

El “Bueno de Juan” se vio convertido de la noche a la mañana en un inmigrante no invitado, blanco fácil del odio de unos pocos y objeto de desconfianza para los demás. Juan perdió de un solo golpe la individualidad que le había valido, en su Patria, aquel apodo cariñoso. Se vio forzado a compartir el estigma de "Malo" con el que algunos trataban de agrupar a quienes, como él, solo buscaban vivir su vida en paz.

El apodo de "El bueno", que Juan había ganado con esfuerzo, se convirtió en uno de los remoquetes de los dos Juanes en que el exilio había demediado su vida. Juan “El bueno”, vivía en los recuerdos e historias de quienes compartieron su vieja vida y Juan “El Malo”, era el protagonista de las historias imaginarias malintencionadas y desinformadas que se contaban en su nuevo hogar.

Un murmullo generalizado le hizo levantar la cabeza y fijarse en el pequeño grupo de personas que subía a la tarima donde un atrio y algunas sillas les esperaban. El corazón pareció querer salirse de su pecho al reconocer a quienes llegaban. Era por fin el momento tan esperado. 

Un recién llegado habló, pero sus palabras no llegaron al cerebro de Juan. Una oleada de nostalgia lo embargó. Con anhelo, recorrió el patio buscando algo. A lo lejos, detrás de una banda azul que oficiaba de cerca, reconoció a una mujer y una pareja de jóvenes adolescentes abrazados. Sosegado, Juan sonrió y la calma inundó su espíritu. Allí estaba su nueva vida. La vida de Juan… ni el “Bueno” ni el “Malo”, solo Juan. Un hombre que había realizado el extremo sacrificio para construir un hogar y forjarse una vida según los deseos de su madre.

A pesar de la distancia, esbozó una sonrisa hacia su familia, sin la certeza de que pudieran verlo. De inmediato, su atención regresó al escenario. Se había perdido el discurso, pero justo a tiempo, se unió al grupo colocando su mano derecha sobre el corazón y recitando el juramento que, con tanta esperanza, había memorizado años atrás:

“I pledge allegiance to the flag of the…”

Pronunció las palabras con fe, anhelando que obraran como el conjuro que unificaría sus mitades "buena" y "mala" para volver a ser simplemente "Juan"... o "Jhon", como le llamaban sus ahora, oficialmente, nuevos paisanos.









Para mas relatos,
visita la Edición de febrero de 2024





palabras Clave: inmigrante migracion xenofobia naturalizacion

19 enero, 2024

¿Verde o Rojo?

Hombre asustado mirando un artefacto en la puerta del baño
¡El rojo, solo corta el rojo! –. Resonó desde el suelo el altavoz del teléfono, interrumpiendo el silencio en el minúsculo baño.

Sobresaltado, el hombre limpió el sudor de su frente con la grasienta manga de su camisa mientras observaba el reloj que tenía delante de sí. 

Esa mañana la urgencia estomacal que le llevó al baño de su cafetería favorita había pasado de ser, literalmente, una inmensa mierda a una metafóricamente mucho más grande en cuestión de segundos.  

Había entrado en aquel cubículo con los pantalones casi abajo cerrando la puerta sin prestar atención a nada que no fuera evitar ensuciar su ropa. Solo al sentirse desahogado levantó la cabeza lo suficiente para ver aquel horrendo aparato pegado a la sucia puerta metálica. 

El reloj se conectaba con unos pocos cables a algún tipo de explosivo poderoso que, según los dígitos en la pantalla, le mandaría al infierno con todo y su culo sucio en menos de 15 minutos. 

Después de una llamada y varia fotos enviadas estaba allí, ahora con menos de 30 segundos en el reloj, recibiendo instrucciones telefónicas para desarmar el explosivo con su pequeña navaja suiza.

– Vamos, hombre. –. Apremió la voz en el teléfono – Solo son tres cables. Cuídate de los dos verdes, corta el rojo y podrás limpiarte.

Resignado, el hombre sonrió fantaseando con los titulares bizarros del día siguiente:

¡INCREÍBLE! DESCUBRE SU DALTONISMO EN MAL MOMENTO
Y FALLECE EN EL TRONO

Y cortó un cable cualquiera…




Relato participante
en el reto de mes de Enero de 2024






palabras Clave: microrrelato rehen ficcion cuento miedo