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martes, 31 de diciembre de 2024

Una Historia de Noche Vieja (Relato Corto)

Aquella celebración había crecido en intensidad con cada hora trascurrida a medida que el último día del año llegaba a su fin. El licor fluía aun generoso, mientras las bandejas de entremeses, dispuestas sobre la mesa, invitaban a prolongar el brindis una y otra vez. 

A esa hora, ya el alcohol hacía estragos entre los asistentes, y la alegría, desbordante, anticipaba un nuevo año cargado de promesas y triunfos. Solo un hombre, ajeno a sus efectos, se unía a cada brindis con la misma vehemencia que los demás, empuñando con firmeza cada vez un vaso de refresco de cola. Sus vítores resonaban con igual fuerza, pero con una claridad y dicción impecables, inmunes a la embriaguez general.

Tras una tarde de inútiles persuasiones, los demás habían desistido de incorporarlo a su juerga. Impertérrito, aquel hombre parecía hallar tanto placer en su suave refresco como ellos en la embriaguez de los múltiples licores que animaban la celebración. Rechazaba con cortesía cada ofrecimiento, con una velada mirada de rencor hacia la bebida, sin dar explicación alguna a sus compañeros. 

Algo sin embargo, bajo aquella máscara de aparente alegría, diferenciaba a aquel hombre del resto de los invitados además de su obstinación abstemia: entre brindis y brindis, se sumía en sus pensamientos, a veces esbozando una sonrisa enigmática, otras con la mirada perdida en la lejanía o simplemente con los ojos cerrados en aparente búsqueda interior.

En realidad, no se consideraba abstemio o particularmente refractario de alguna manera a la bebida. Hasta hace algunos días apenas, se habría comportado exactamente como sus compañeros. De verdad que habría disfrutando de aquella celebración confiando su diversión y la construcción de un ambiente festivo adecuado a las cualidades de un buen licor. 

Sin embargo, aquel día, el licor que siempre había sido sinónimo de celebración y camaradería había alcanzado para él el grado de traidor. Se sentía profundamente desconfiado, y habría de transcurrir mucho tiempo antes de que pudiera reconciliarse con él y permitirse, de nuevo, el placer de un brindis en una ocasión festiva como aquella.

Es que aquel licor, el que siempre había confiado a su temple, lo había traicionado, desbordando sus límites y arrebatándole algo irremplazable. Algo más allá de su honor o cualquier cosa material. Algo por lo que habría dado todo para poder recuperar. Aquel licor que ahora rechazaba y odiaba le había arrebatado lo más importante para él… le había quitado un recuerdo.

No era una gran historia, ciertamente, lo que se había llevado. Ni siquiera un recuerdo con la fuerza de cambiar un destino. Nada que, en el océano de sus días, otros hubieran valorado. Pero para él, era un universo entero. Es que esa sombra en su memoria era un eco de ella… de una de las presencias más hermosas que había conocido. Un instante fugaz, una conversación intrascendente, un mensaje en el espacio, apenas un eco de palabras que sin embargo, para él, lo significaban todo. Y aquel maldito licor, como un ladrón silencioso, se había llevado consigo ese hermoso susurro en una noche de excesos.

Por eso aquel hombre brindaba por el año que se despedía con su refresco de cola, gritando y celebrando como los demás, sin haber probado una gota de alcohol. Por eso, entre brindis y brindis, se ensimismaba. Por eso, su mirada se perdía en la lejanía o simplemente cerraba los ojos… El hombre, aquella noche, solo buscaba en las sombras de su mente los rastros de aquellos mensajes que, un día, el licor le había arrancado. 

Silenciosamente se prometió a si mismo que ni una fracción de segundo más de sus recuerdos de ella se perderían, eran demasiado valiosos e irrepetibles…

Levantándose, llenó su vaso con más refresco de cola y se unió al coro que brindaba… 

¡Por los recuerdos valiosos que nos deja el viejo año y los que nos traerá el nuevo!... 

¡Feliz Año!

 ;-)

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