La alegre música y el bullicio estrepitoso que salían de aquella casa interrumpían lo que de otra manera de seguro hubiera sido una noche tranquila. El cielo estrellado y la hermosa luna llena atestiguaban el jolgorio que se celebraba en la única casa con las luces encendidas a esa hora de la noche.
Un movimiento en la esquina más próxima a la celebración, indicaba que la soledad de aquella plaza no era tan absoluta como parecía. Una mirada curiosa habría delatado a un hombre cómodamente sentado en el suelo, amparado en un árbol cuyas frondosas ramas le proporcionaban un camuflaje casi perfecto con su sombra.
Pensativo, el hombre levantó una botella a la que dio un largo trago. Colocándola al contraluz de aquella casa iluminada, vio que ya no quedaba mucho en su interior. Sonriendo, pensó que debió salir de allí cuando aún quedaba licor para terminar la noche. Pero, como siempre, había tomado casi demasiado tarde la decisión a pesar de lo que su corazón le advertía. Afortunadamente, aquel "casi" le había asegurado al menos unos tragos de su licor favorito en la compañía de la única persona en quien realmente podía confiar... él mismo.
Colocándola de nuevo a su lado, el hombre pensó que en aquella botella prácticamente se resumía la historia de su vida. No se consideraba a sí mismo una persona altruista. Sin embargo, siempre se esforzaba al máximo para que las cosas se hicieran bien, ya fuera en el trabajo, en el amor o en la vida. Siempre trataba de ayudar a los demás en lo posible; le gustaba verlos prosperar. Pensaba que las cosas bien hechas agradaban a Dios y que, personalmente o a través de otros, su intervención le ganaría algunos puntos al final, cuando tuviera que rendir cuentas de su vida.
A veces, esta actitud realmente daba resultados. Había hecho grandes amigos en personas agradecidas que aún andan por ahí, triunfando y recordándole con cariño. Estaba seguro de que, si era posible, ellas le apoyarían en cualquier situación adversa. Esas personas serían sus testigos al final.
Otras veces, sin embargo, las personas solo se beneficiaban de su entrega y dedicación, pero al momento de la verdad, nunca obtenía su apoyo. Esas personas eran tiempo perdido. No le gustaba que le utilizaran, le molestaba infinitamente que se aprovecharan de sus buenas intenciones pero, sin embargo, insistía, continuaba apoyando y haciendo las cosas bien. Hacía lo que sabía hacer, sin esperar retribución.
Hasta que, en algún momento, se cansaba. Y entonces, simplemente tomaba su botella con lo que quedara en ella y se marchaba. A buscar otro lugar donde su capacidad de apoyar, querer, trabajar o incluso amar, fuera correspondida.
Un aumento en el ruido proveniente de la casa le sacó de sus pensamientos. Observó la hora en el reloj de su móvil y murmuró para si
– Ya es muy tarde. Voy a tener que irme –.
Es que, aunque ya tenían bastante rato en ello, aquella fiesta con la que celebraban el cierre de algún negocio desconocido para él, parecía estar en pleno apogeo. No eran raras aquel tipo de fiestas ofrecidas por su patrones a personas de su confianza. Extrañamente, a pesar de su dedicación al trabajo y a estar siempre presto a brindar ayuda cuando se necesitara, no se consideraba precisamente de la confianza de sus jefes y compañeros más allegados a ellos. Sin embargo, siempre parecía tener un cupo en ellas motivado seguramente a esa vocación de servicio que le llevaba a colaborar sin reclamos o recelos.
Solo que aquella noche se había cansado de ser un fantasma bueno para todo y merecedor de nada. Se había cansado y simplemente había tomado su botella y se había marchado.
Súbitamente, una batahola se armó en la calle frente al hombre. Múltiples vehículos oficiales rodearon la casa y decenas de hombres uniformados bloquearon la calle amparados en el fenomenal ruido que la música y las risas proveían como cobertura.
Rápidamente, los hombres penetraron en la casa. La música se detuvo y las risas se transformaron en gritos, amenazas y maldiciones que se mezclaron con declaraciones de arresto y algún lloriqueo histérico.
Desde su posición privilegiada, el hombre pudo ver cómo, en un desfile impensable, sus jefes encabezaban una larga fila de personalidades. Esta incluía chicas, contratistas, jueces, abogados y políticos de renombre, todos esposados y escuchando una larga retahíla de derechos antes de ser llevados a los vehículos policiales. Su destino, según lo que pudo escuchar desde la sombra, era poco prometedor. Contrabando, tráfico, conspiración y corrupción fueron solo algunas de las palabras que pudo entender entre los gritos y las órdenes de los oficiales.
– Que mal les va a ir –. Pensó
Cuidándose de no ser visto, el hombre vació de un trago el contenido restante de su botella y emprendió camino por un sendero de árboles. Pensó que, después de todo, tenía suerte y que sus acciones positivas sí eran recompensadas, aunque de maneras inesperadas.
Viendo su reloj y ya con un poco de sueño, apresuró el paso pensando que, temprano en la mañana, debería salir a buscar un nuevo trabajo. Eso sí, no antes de llamar a aquel amigo que lo había contactado más temprano y le había advertido del allanamiento que se realizaría esa noche. Uno de esos amigos que practicaba la gratitud, uno de esos que hacían que todo valiera la pena.
Ya dicen que "quien tiene un amigo, tiene un tesoro"! Y lo cierto es que no abundan tanto, sobre todo en los momentos de verdad! Así que el protagonista es un justiciero! Tampoco abundan demasiado, nos hacen falta más! Je, je! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminarHola.. Así es. Los buenos amigos en realidad son bastante escasos... saludos
EliminarHola, Octavio. Muchas gracias por participar en la edición.
ResponderEliminarMucha suerte y un abrazo
Hola, Octavio. Me ha gustado mucho el aire de fatalismo que tiene tu relato. El contraste entre la fiesta y ese personaje en la sombra que hasta el último momento no sabemos qué papel desempeña en lo que se intuye que va a suceder. También el modo que tiene de justificar sus decisiones. Es un personaje muy ambivalente y con muchos matices. Estupenda tu historia.
ResponderEliminarHola... Me alegra que te guste mi historia. Saudos
EliminarSerá verdad que los buenos amigos se ven en situaciones difíciles... Un relato muy bien detallado, como si fuera la realidad de los políticos hoy en día. Me gustó mucho. Saludos
ResponderEliminarHola... pues hay muchas historias en las que los buenos amigos se revelan en momentos de necesidad. Yo, en lo personal, pienso que los amigos deben estar ahi tanto en los buenos como en los malos momentos... saludos
EliminarPues si esa fiesta era una de esas que tanto salen últimamente a la luz en los Usa, y el prota estaba i visado a ella... no sé, no sé si si libró justamente.
ResponderEliminarEn cualquier caso , la actuación del amigo fue decisiva y que cumplía co. La lealtad es un valor objetivo y escaso y es de agradecer en cualquier caso.
Abrazooo y suerte
Hola. Justa o injustamente el hombre se salvó por un pelo.. ja ja.. saludos.
EliminarY se acabó la fiesta! al menos por un rato. Habrá que ver si este personaje tan seguro de su corrección y algo quejica sabe encontrar un trabajo en algún lugar más honorable, o si-como tantas veces- el interés rompe el saco. Por suerte, amigos son los amigos aunque no siempre están a mano. Saludos
ResponderEliminarHola. Esperemos que consiga un buen trabajo con menos estrés y mas reconocimiento... saludos
EliminarHola, Octavio.
ResponderEliminarLa verdad es que es mejor no estar en según que saraos en donde corren los chanchullos, el alcohol y otras sustancias. El dinero puede comprarlo todo, menos el buen hacer.
Hola... Tienes toda la razón. En esos chanchullos los mas desconectados generalmente pagan los platos rotos.. saludos
Eliminar¡Hola Octavio! Un cuento muy bien desarrollado, con ese protagonista que hace las veces de justiciero. Espero que no acabe convertido en villano después de tanto tomarse la justicia por su mano.
ResponderEliminarUn saludo y suerte en el concurso.
Hola... Pues quisiera creer que le hombre se mantendrá en sus convicciones sin dejarse llevar por los malos ejemplos... saludos
EliminarHola Octavio, al final el desplazado, el no correspondido salió ganando.
ResponderEliminarLo importante no es tener muchos amigos sino pocos y buenos realmente, el tenía uno y le salvó.
Saludos.
PATRICIA F.
Hola... Asi es. Este es uno de esos casos en los que la calidad prela sobre la cantidad... Saludos
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