Hoy he visto la oscuridad.
No era sombra ni amenaza, sino el rostro del día
que se detiene frente a una puerta que no sé si se abrirá.
Me miró sin disfraz y habló en silencio:
con gestos que no prometen,
con palabras que no llegan,
con la sensación de estar en un lugar
que podría dejar de ser mío.
Me ha mostrado el temblor del futuro,
la fragilidad de lo que parecía firme,
la ausencia de certezas
en un espacio que hasta ayer llamaba refugio,
y me sentí por un instante desconectado de todo.
Al enfrentar esa oscuridad, por momentos me sentí solo.
Levanté la cara y no vi compañía;
miré mi mano y la encontré vacía,
como si todo lo cercano hubiera retrocedido un paso.
Y he sentido también la posibilidad de no ser reflejo,
de no ser parte del paisaje que hasta ahora me sostenía.
No era sombra ni amenaza, sino el rostro del día
que se detiene frente a una puerta que no sé si se abrirá.
Me miró sin disfraz y habló en silencio:
con gestos que no prometen,
con palabras que no llegan,
con la sensación de estar en un lugar
que podría dejar de ser mío.
Me ha mostrado el temblor del futuro,
la fragilidad de lo que parecía firme,
la ausencia de certezas
en un espacio que hasta ayer llamaba refugio,
y me sentí por un instante desconectado de todo.
Al enfrentar esa oscuridad, por momentos me sentí solo.
Levanté la cara y no vi compañía;
miré mi mano y la encontré vacía,
como si todo lo cercano hubiera retrocedido un paso.
de no ser parte del paisaje que hasta ahora me sostenía.
Y allí, en la hondura del silencio,
vinieron a mí aquellos dos puntos luminosos,
tan oscuros como la noche,
que hacían de la sombra un umbral,
que enlazaban mi alma con el universo.
Y la certeza de que prevalecerían
fortaleció mi espíritu
ante la amenaza de perderlo todo.
Y esa certeza, a pesar de lo duro del encuentro,
ha impedido que la sombra se lleve todo.
Algo en mí permanece:
no como resistencia ni como escudo,
sino como llama que no exige arder,
pero insiste en no apagarse.
Permanece la fe,
no en lo que es,
sino en lo que aún puede ser.
Permanece la ternura de seguir,
aunque el camino se vuelva niebla.
Permanece la dignidad de no soltar mi abrazo,
aunque el lugar tiemble bajo mis pies.
Tal vez mi misión ha concluido,
o tal vez aún queda un tramo por recorrer.
Si un nuevo destino me espera,
lo asumiré con esperanza.
No por certeza,
sino por fidelidad a aquellos dos puntos luminosos
que me enseñaron a caminar
sin mapas.
vinieron a mí aquellos dos puntos luminosos,
tan oscuros como la noche,
que hacían de la sombra un umbral,
que enlazaban mi alma con el universo.
Y la certeza de que prevalecerían
fortaleció mi espíritu
ante la amenaza de perderlo todo.
Y esa certeza, a pesar de lo duro del encuentro,
ha impedido que la sombra se lleve todo.
Algo en mí permanece:
no como resistencia ni como escudo,
sino como llama que no exige arder,
pero insiste en no apagarse.
Permanece la fe,
no en lo que es,
sino en lo que aún puede ser.
Permanece la ternura de seguir,
aunque el camino se vuelva niebla.
Permanece la dignidad de no soltar mi abrazo,
aunque el lugar tiemble bajo mis pies.
Tal vez mi misión ha concluido,
o tal vez aún queda un tramo por recorrer.
Si un nuevo destino me espera,
lo asumiré con esperanza.
No por certeza,
sino por fidelidad a aquellos dos puntos luminosos
que me enseñaron a caminar
sin mapas.
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