No sé si me habita la depresión
o solo un desorden distraído.
A veces me descubro
como quien deja la puerta entreabierta
para que el viento desordene sus papeles.
Mis ojos se extravían.
Me pierdo en los bordes de las cosas:
el temblor de una cortina,
el reflejo en una taza vacía,
el silencio que nadie nombra.
De ese vacío nace una marea antigua,
con el rostro de palabras calladas,
con el peso de esperas sin nombre.
De esa marea se levanta mi sombra:
llega antes que yo,
se sienta en la silla más quieta
y observa cómo me olvido.
No estoy roto.
Estoy desbordado.
Por mis grietas se filtran
memorias que no viví,
promesas que no pedí.
Camino dentro
de una fotografía borrosa,
buscando el instante
donde el dolor se funde en paisaje.
Y allí, en la niebla,
algo germina en secreto.
A veces, una flor crece
sin que nadie la haya sembrado.
Y en medio de ese germinar incierto
confío en alguien
que nunca llega.
Y en su ausencia crece la flor
que yo no sembré.
No la miro,
pero sé que espera.
Aunque el cuerpo pese
como siglos de lluvia,
aunque el alma se pliegue
como una flor sin sol,
escribo para nombrarla.
Todavía estoy aquí,
entre la lluvia y la flor,
como si alguien hubiera dejado
una puerta abierta al milagro.
o solo un desorden distraído.
A veces me descubro
como quien deja la puerta entreabierta
para que el viento desordene sus papeles.
Mis ojos se extravían.
Me pierdo en los bordes de las cosas:
el temblor de una cortina,
el reflejo en una taza vacía,
el silencio que nadie nombra.
De ese vacío nace una marea antigua,
con el rostro de palabras calladas,
con el peso de esperas sin nombre.
De esa marea se levanta mi sombra:
llega antes que yo,
se sienta en la silla más quieta
y observa cómo me olvido.
No estoy roto.
Estoy desbordado.
Por mis grietas se filtran
memorias que no viví,
promesas que no pedí.
Camino dentro
de una fotografía borrosa,
buscando el instante
donde el dolor se funde en paisaje.
Y allí, en la niebla,
algo germina en secreto.
A veces, una flor crece
sin que nadie la haya sembrado.
Y en medio de ese germinar incierto
confío en alguien
que nunca llega.
Y en su ausencia crece la flor
que yo no sembré.
No la miro,
pero sé que espera.
Aunque el cuerpo pese
como siglos de lluvia,
aunque el alma se pliegue
como una flor sin sol,
escribo para nombrarla.
Todavía estoy aquí,
entre la lluvia y la flor,
como si alguien hubiera dejado
una puerta abierta al milagro.
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