El hombre, ensimismado en sus pensamientos, miró por la ventana con desgana. A pesar de que podía contar muchas historias sobre lo que veía en el exterior, aquella noche se mantendría al margen de aquel mundo que le fascinaba y en el que se perdía de vez en cuando.
Por ahora, los protagonistas de sus escritos quedarían afuera. Aquella noche, su mundo era aquella habitación repleta de ángeles, reyes y reinas del mundo real. El resto, bueno, el resto tendría que esperar.
Un coro de gritos de alegría lo sacó de sus pensamientos. Sonriendo, saludó con la mano a los seres fantásticos que lo observaban desde fuera, y cerró la cortina de la ventana para apresurarse al encuentro de quienes lo llamaban desde dentro.
– Hey, el regalo grande es el mío… -. Dijo mientras un grupo de niños le abrazaban las piernas
– ¡Feliz Navidad Tío!, ya llegó Santa.
Y aquella noche, Nochebuena por cierto, los protagonistas de sus historias se quedaron afuera… provisionalmente.
Hola!
ResponderEliminarMe encanta la forma en que narras la historia, tan descriptiva que sientes que estás ahí, observando con él a sus personajes. ¡Un final genialísimo!
Un saludo y ¡Felices fiestas!🌲
¡Hola, Octavio!
ResponderEliminarMuy bello ese microrrelato de nochebuena y sí, bien por tí, hay que dejar a un lado algunas cosas para entregarse de lleno a otras que son reales y más perentorias dado el momento.
Feliz fin de año y feliz y larga vida.