Recostado en su cama, envuelto por una oscuridad que parecía devorar el espacio, el hombre mantenía la mirada fija en un punto inexistente sobre su cabeza. Con sus sentidos agudizados por el miedo, percibía cómo el aire a su alrededor se tornaba denso, envolviéndolo en una especie de sudario invisible que comenzaba a robarle el aliento.
Con desesperación, se atrevió a mirar a su alrededor tratando de observar el lugar en el que se encontraba, buscando la razón de su desasosiego. Su corazón golpeó sus costillas con furia al observar solo una oscuridad viscosa y opresiva, que rechazaba incluso el más mínimo destello de luz. Ni un pequeño brillo, ni el más mínimo resquicio luminoso parecían atravesar aquella improbable negrura que le rodeaba.
Con gran esfuerzo, movió sus manos, hasta ahora crispadas sobre su pecho, y se aferró con fuerza a lo que parecía ser una sábana que le cubría, buscando un ancla que le permitiera asegurarse al mundo físico, una conexión tangible con la realidad que detuviera la deriva de su cuerpo en lo que le parecía una pesadilla.
Cerró los ojos con fuerza, como si quisiera contener alguna amenaza interior, y se concentró en su respiración. Contó mentalmente hasta cuatro mientras inhalaba, sintiendo el leve ascenso de su pecho, y luego exhaló lentamente, contando hasta seis, tratando de expulsar la opresión que lo asfixiaba. Repitió el ciclo un par de veces, como un mantra silencioso en la negrura, sintiendo como, con cada exhalación su corazón se calmaba y el aire fluía mas fácilmente en sus pulmones.
Más calmado, aguzó el oído, intentando identificar el murmullo habitual de una casa, una calle, algo que revelase un mundo físico a su alrededor. Intentó al menos percibir el leve movimiento del aire sobre su piel, la sutil diferencia de temperatura en distintas zonas de la habitación. Nada. Era como si el espacio a su alrededor se hubiera vuelto estático, inmóvil, como si el propio aire hubiera contenido la respiración.
De pronto, algo cambió. No fue un sonido, ni un movimiento visible en la negrura absoluta. Fue una sensación, una punzada fría que se clavó en la base de su nuca y se extendió por toda su espina dorsal. Sintió que el aire a su alrededor se condensaba, como si una presencia invisible hubiera llegado, desplazando la quietud con su existencia. La certeza lo invadió como una ola helada: ya no estaba solo.
Una presión sutil se posó sobre su pecho, no el peso conocido de la ansiedad ya controlada, sino algo externo, malévolo, que se había acomodado a horcajadas sobre él. Un escalofrío recorrió su cuerpo, un terror primitivo, instintivo, que le gritaba peligro. Intentó moverse, pero sus músculos estaban agarrotados, paralizados por un miedo que trascendía lo racional. Era como si una fuerza invisible lo mantuviera inmovilizado, disfrutando de su creciente angustia.
Sintió un ligero cambio en la temperatura cerca de su rostro, un aliento helado que no era el suyo. Un hedor sutil, casi imperceptible, rancio y antiguo, envolvió sus fosas nasales. Sintió como aquel ser invisible se inclinaba sobre él, y en lo más profundo de su mente, escuchó estas palabras:
"Soy la carta escrita que nunca se envió,
el suspiro escondido que nadie adivinó.
Soy mirada anhelante que no encuentra eco,
el puente invisible al huidizo afecto.
Soy ofrenda silente en un altar vacío,
el canto sin aire en un silencioso nido.
Soy la espera constante de la mirada ajena,
la flor solitaria que a nadie serena.
.- ¿Quién soy? Falla, y cada noche vendré a devorar lo poco que queda de ti… acierta y serás libre.
Con las garras de la ansiedad intentando asfixiarlo una vez más, una claridad inesperada floreció en el interior del hombre. El acertijo de aquel demonio invisible, en vez de enigma desalentador, resonó en su mente con una tonalidad diferente, despojado de su veneno.
Es que, en aquel momento, el hombre recordó. Recordó al viejo enemigo que, noche tras noche, sin falta acudió a torturarle en sus pesadillas, a recordarle lo que había perdido, a destruir lo poco que quedaba de su espíritu tratando de atarlo definitivamente en aquella oscuridad y evitando su reconstrucción. Noche tras noche había venido. Y, noche tras noche, aquel demonio había ganado.
Pero aquella noche sería diferente.
Con voz firme, nacida de la profunda e inconsciente cicatriz de incontables noches de ansiedad, el hombre respondió. Las palabras, meditadas en secreto durante breves respiros de vigilia, se alzaron firmes en la negrura de su pesadilla:
- ¡Te llamas desamor... y ya no tienes poder sobre mí!
Al pronunciar la última sílaba, una cálida oleada de energía recorrió su cuerpo, liberándolo de la opresión en su pecho y la rigidez que hasta ahora habían atenazado sus músculos. Las sombras a su alrededor se replegaron, perdiendo su forma amenazante. Sintió cómo los lazos invisibles que lo ataban se rompían, liberándolo de su yugo… aquel demonio invisible, ya no estaba.
Abrió los ojos. La oscuridad había desaparecido y reconoció nuevamente su habitación. Una luz suave se filtraba a través de las cortinas y el brillo de un nuevo amanecer inundaba el espacio, tiñendo las paredes de tonos rosados y naranjas. Una promesa vibrante de un nuevo comienzo.
Por la puerta de su balcón, los primeros rayos del sol dibujaban un horizonte de esperanza, anunciando un nuevo día… un nuevo comienzo libre de cargas. Ahora, era libre.
y otros temas?
Hola, Octavio, uuufffff qué intriga de relato. Creas una atmósfera magistral y ese demonio que se posa a horcajadas en su víctima, después el acertijo que, la verdad, yo había pensado que era la muerte, después al leer la solución he vuelto a leerlo y sí, es eso, pero claro, con el demonio no me pegaba eso, me imaginaba cosas muchísimo peores: la muerte. Muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu participación y mucha suerte en el concurso.
Un abrazo. :)
Me encanto... Felicidades tienes un don para la escritura impresionante.!
ResponderEliminar¡Qué buen relato!
ResponderEliminarNos has llevado, con mano maestra, por un viaje infernal al terror de las pesadillas (me recordó mucho a una parálisis del sueño) para darle después una explicación profundamente psicológica: esa herida del pasado que lo torturó y fue pasto de aquel demonio que ahora volvía... pero que pierde la batalla porque superó su desamor.
Y es que los terrores se alimentan de nuestras debilidades, pero cuando somos fuertes ya no tienen nada que hacer.
El acertijo, además de exacto, ¡es una buena poesía!
Precioso mensaje y fantástica manera de contar.
Un abrazo!
Estupendo, Octavio. Un relato tremendamente opresivo al comienzo que gira luego hacia esa liberación final del personaje en una evolución muy bien llevada. Muestras muy bien los síntomas del miedo y la ansiedad para poco a poco transformarlos en algo más ilusionante y esperanzador. Muy buena historia.
ResponderEliminarHola Octavio
ResponderEliminarTu cuento me ha metido en esa atmósfera agobiante que logras crear y me ha dejado tan confusa que no he logrado resolver el acertijo. Si hubiera estado en el lugar del protagonista, me hubiera quedado por siglos en ese horroroso encierro. Y eso que no me considero mala para resolver acertijos.
¡Felicitaciones! Un abrazo
Marlen
Bravo por el acertijo! Que tu personaje haya logrado resolverlo, le ha ahorrado años de psicoterapia. Fue capaz de reconocerse en un espejo difícil de soportar. Felicitaciones y un gran abrazo
ResponderEliminar¡Octavio!
ResponderEliminarQué bien has construido la atmósfera de este relato. Desde el primer párrafo te metes en esa oscuridad espesa que no solo envuelve al protagonista, sino que se mete debajo de la piel del lector. Se nota el mimo en cada descripción: la opresión en el pecho, el aliento helado, esa sensación de estar atrapado en un sudario invisible… Consigues que uno casi contenga la respiración mientras avanza.
El acertijo, además, me ha parecido un punto muy fuerte. No solo por el contenido, sino por cómo lo integras en la narrativa, cargándolo de sentido y cerrando con esa respuesta liberadora. Ese “Te llamas desamor… y ya no tienes poder sobre mí” es un broche perfecto, porque convierte el relato en algo más que una simple pesadilla: es una alegoría de cómo enfrentamos nuestros propios demonios, esos que no siempre se ven pero que nos paralizan por dentro.
Has conseguido llevarnos del miedo al alivio, y eso no es fácil de lograr en un relato corto.
Te felicito. Este demonio tuyo se queda rondando la cabeza después de leerlo, y eso siempre es buena señal.
¡Un abrazo, compañero!
¡Voto a bríos, qué escalofrío de relato, donde la negrura y el desamor se baten en duelo como dos espadas en la noche! La merced ha bordado un tapiz de terror y redención que hasta a Bécquer le helaría la sangre en las venas.
ResponderEliminarY ese final, ¡pardiez!, con su alba victoriosa y su demonio vencido, sabe a vino añejo de esperanza que se bebe con los ojos cerrados y el alma en paz.
Tu relato transmite angustia desde el primer momento hasta llegar al final con la esperada liberación! Me ha gustado mucho la atmósfera oscura que has creado, y curiosamente lo has enlazado con el tema del reto del tintero anterior! Un abrazo y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminarEl relato aborda el desamor como una fuerza destructiva, personificada en un "demonio invisible" que atormenta al protagonista. El acertijo poético ("Soy la carta escrita que nunca se envió...") es un elemento brillante que encapsula el dolor del amor no correspondido, la soledad y la falta de conexión emocional. La lucha del hombre contra este demonio refleja un proceso de sanación interna, donde enfrenta y supera sus traumas emocionales.
ResponderEliminarEl desenlace es esperanzador y visualmente hermoso, con la luz del amanecer simbolizando un nuevo comienzo. La transición de la oscuridad absoluta a la luz del día refuerza el tema de liberación y renacimiento, dejandote con una sensación de alivio y optimismo.
Te felicito.
hay bastante misterio y enfrentamiento a las fuerzas de lo oscuro, batiendose en dualidad, que es en esencia mucho de lo que nos pasa a todos por depresion, fustracion o deudas de amor.
ResponderEliminarCuánto dolor puede provocar el corazón herido, hasta el punto de invocar a un demonio que poco a poco devora al desgraciado hasta no dejar de él más que las migajas. Nuestro protagonista consigue librarse de él y ver nacer un nuevo día de esperanza.
ResponderEliminarUn buen trabajo. Felicidades.
Un texto diferente al resto ya es un valor en sí mismo.
ResponderEliminarTransmites muy bien la angustia, que esta sufriendo el prota. Y la adivinanza es fantástica. La espera constante de la mirada ajena es muy definitoria.
Aunque el tiempo es el tema estrella del reto y parece que en el tuyo no aparece, yo diría que tuvo bastante que ver a la hora de vacunar al enamorado.
Abrazooo
Un relato que asusta e intriga a partes iguales. Con un acertijo cuya respuesta realmente duele un poco. Bien escrito y contado Octavio enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarLa oscuridad siempre es temor, desasosiego porque no podemos ver con claridad. El mismo paisaje cambia completamente al verlo iluminado o no.
ResponderEliminar¡Hola Octavio! Muy buen relato que me ha recordado por momentos a la parálisis del sueño, sobre todo por esa frase que menciona la opresión en el pecho del protagonista. Un relato en el que el demonio, o tal vez otra cosa, es protagonista. Logras crear una atmósfera tensa e intrigante.
ResponderEliminarUn saludo y suerte.
¡Hola, Octavio! Me ha gustado mucho tu relato desde el comienzo hasta el final incluyendo el acertijo. Al principio pensé que el hombre estaba prisionero (físicamente hablando) como en una especie de cárcel, pero luego de forma muy natural nos aclaras que su cárcel es mental. Ese demonio lo atormenta cada noche, hasta que el protagonista le da nombre a lo que le sucede “desamor” se libera y nos llevas a ese precioso final: “Por la puerta de su balcón, los primeros rayos del sol dibujaban un horizonte de esperanza, anunciando un nuevo día… un nuevo comienzo libre de cargas. Ahora, era libre”. Impresionante. Te felicito. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarHola, Octavio! Genial relato, con esa ambientación tan acertada, el clima opresivo que luego se torna en liberación. El acertijo excelente! Me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo
Eso es, Octavio, a la ansiedad, en todas sus facetas, no hay que cerrarle la puerta, sino abrazarla, entenderla y dejarla marchar. Lo has descrito a las mil maravillas.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Octavio, buen punto el mover la historia por una zona de inquietante desasosiego. Y no hay nada como la autosugestión para alimentar esos temores nocturnos, menos mal que al final dio con la llave y pudo despertar de semejante pesadilla.
ResponderEliminarSaludos y suerte.
Hola, Octavio, un relato asfixiante que se cuece a fuego lento, y que poco a poco va desligando esas ataduras, para frenéticamente ponerlo entre la espada y la pared con ese acertijo tan acertado.
ResponderEliminarLa peor cárcel es mental y la peor tortura viene de nuestra propia conciencia, por cosas que hicimos o por cosas que dejamos de hacer...
Buen ritmo angustioso el que lleva y transmite al lector tu relato. Y definitivamente nada como el miedo para soltarnos la memoria, o la imaginación.
El peor enemigo siempre serás tu mismo, mientras seas esclavo de tus pensamientos y remordimientos..
Que tus días estén llenos de luz.